Derechos y Justicia, en clásicos de la Literatura: José Hernández y el Martín Fierro
Ensayo realizado por Jorge Francisco Cholvis, Dr. en Derecho Constitucionalista, integrante del Instituto SAMPAY
Jorge Francisco Cholvis, Dr. en Derecho, Constitucionalista, integrante del Instituto SAMPAY, en ocasión del el V Encuentro Internacional “Ficción y Derecho”, convocado por el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, y calificado con “Mención” para la categoría Docentes Universitarios, 27 de julio de 2019.
La problemática de los Derechos
El derecho es una técnica social específica, es imprescindible contemplar la temporalidad de las normas a partir de su inserción concreta en la dialéctica social.
Sin duda, el anhelo de Justicia es inherente a la índole humana, y su realización progresa constantemente en la historia, pese a la terca resistencia de los derechos adquiridos. La totalidad de los actos humanos se objetivan en instituciones sistémicas que conforman lo que se llama “estado de derecho”. La ley recibe su fuerza moral del hecho de estar ordenada al bien común. La lengua griega clásica tiene la voz nomikós para significar legalidad, esto es la condición de un acto social cuya ejecución se atiene a los procedimientos formales preestablecidos; y la expresión nóminos para designar legitimidad, vale decir, la conformidad de un acto con lo justo natural. No puede ser legítimo gobernar sin considerar si se lo hace justa o injustamente. La legitimidad se concreta cuando la acción del gobernante se ordena a la efectuación del valor Justicia.
La problemática de los derechos humanos no debe transcurrir solamente por el meridiano de su identificación y formulación, sino que debe incorporar principalmente en ella cómo asegurar su vigencia para todos y en todo tiempo y lugar. El supremo objetivo de la comunidad es el goce de los “beneficios de la libertad” para estar en condiciones de desarrollarse plenamente como seres inteligentes y espirituales.
Por lo que se refiere al significado del “derecho” en la expresión “derechos humanos”, el debate es permanente. El reconocimiento y la protección de los derechos humanos están en la base de las Constituciones democráticas modernas. Derechos humanos, democracia y paz son tres elementos necesarios del mismo movimiento histórico: sin derechos humanos reconocidos y protegidos no hay democracia; sin democracia no existen las condiciones mínimas para la solución pacífica de los conflictos.
El tema en los clásicos de la literatura
En grandes textos de la literatura no pudo estar ausente la temática sobre el Derecho y la Justicia. Por cierto, no podremos efectuar un análisis amplio de ello, y sólo nos será posible -dada las limitaciones de espacio del concurso-, referirnos fundamentalmente a tres afamados autores: Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y Víctor Hugo. Posteriormente, ingresaremos a José Hernández y el Martín Fierro. Al poeta y el poema.
En pos de un orden social justo en todo tiempo y lugar, el avance del progreso de la justicia está ínsito en el alma de los pueblos. Lo que afirmamos está reflejado en numerosos documentos, que bien leídos así lo indican. Uno de ellos es el monumental libro de la literatura universal donde Cervantes relata las aventuras del valeroso don Quijote de la Mancha, el famoso “desfacedor de agravios y sin razones”; y que entre los consejos que dio a su escudero Sancho Panza, antes que comience a gobernar la Ínsula Barataria, le recomienda:
“Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras, has de hacer dos cosas: la una ser bien criado, con todos, aunque esto ya otra vez te lo he dicho; y la otra procurar la abundancia de los mantenimientos; que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres, que la hambre y la carestía”.
Un signo de la virtud prudencia es saber prever y, como dijo Aristóteles, saber bien aconsejar.
Otro texto de la literatura clásica es la Comedia dramática de William Shakespeare
W. Telbin, Act. II, Venice, Exterior of Shylock’s House. The Merchant of Venice, Proincess´s Theatre, London, 12th June 1858.
En “El Mercader de Venecia”, se observa un agudo diseño de interpretación jurídica para solucionar un conflicto individual en base a un criterio de justicia. Describe cómo un mercader pierde sus embarcaciones, y lo lleva a tomar -por circunstancias que serían largo describir- un préstamo por el cual da en garantía “una libra de carne”. Ante el impedimento para cancelar la deuda por el “mercader quebrado” llega el momento de ejecutar la garantía, y surge la genialidad de Shakespeare para resolver el caso. Porcia (amada del Mercader), “vestida de doctor en Derecho” asume en la estratagema de la obra el rol “del sabio jurisconsulto” que aconsejará al Dux para sentenciar, y lo fundamenta en que “el espíritu y la letra de la ley están acordes con la pena estipulada en este convenio”, y por lo tanto señala al acreedor: “Te pertenece una libra de carne de este mercader; el tribunal te la concede, la ley te la da”. Pero, cuando el acreedor va a concretarlo, expresa: “Aguarda un momento; aún no he terminado. El convenio te concede expresamente un libra de carne; pero no te concede una sola gota de sangre. Toma, pues, lo que te concede tu convenio”. Y concluye Porcia: “Prepárate, pues, a cortar la carne que te pertenece; pero no viertas sangre, ni cortes más ni menos de una libra justa. Si cortas algo más o menos, aunque sea la vigésima parte de un grano, si la balanza se inclina el grosor de un cabello, morirás y serán confiscados tus bienes”. Oído ello, debidamente fundado por “las leyes de Venecia”, el acreedor no ejecutó lo convenido y aceptó un ofrecimiento de cancelación en dinero ofrecido por un tercero, y así finaliza el pleito ante el Dux veneciano que presidía la audiencia del caso. No podemos negar la ingeniosa trama que desarrolló Shakespeare, en la interpretación estricta del texto escrito de la norma y el objetivo de lograr en justicia la solución del caso. Porcia ordenó cumplir estrictamente lo convenido, no “doblegó la ley” de Venecia, el mercader salvó la vida y el acreedor recibió su crédito en pago por un tercero.
Revista Descontexto: Arte/política/cultura. A cargo de Carlos Almonte & Juan Carlos Villavicencio. “El mercader de Venecia”, de William Shakespeare, Jueves febrero 01,
Mencionaremos a otra cumbre del pensamiento, y que sostuvo la finalidad de mejorar la situación de los más humildes, pues es sabido que la pobreza es ruin vecina de la miseria; es decir, pobreza, es miseria e injusticia. Me estoy refiriendo a Víctor Hugo quien en las palabras preliminares de “Los Miserables”, escribía: “Mientras exista, como consecuencia de las leyes y de las costumbres, la condenación artificial, que crea infiernos en plena civilización, y complique con la fatalidad humana el destino, que tiene origen más alto; mientras no se resuelvan los tres problemas del siglo, la degradación del hombre por el proletariado, la decadencia de la mujer por el hambre y la atrofia del niño por las tinieblas: mientras que en ciertas regiones sea posible la asfixia social, o lo que es lo mismo y para decirlo en lenguaje más claro, mientras existan en el mundo la ignorancia y la miseria, libros como éste nunca serán inútiles. Hauteville-Housse,
Allí contó las desventuras de Jean Valjean, para el cual existieron “momentos en la vida en que parece que hasta la naturaleza se nos muestra hostil”, que no podía ocultar de donde venía ni que era “un miserable”. ¿Cómo habían comenzado sus desgracias? Un invierno cruel Jean no encontró trabajo: no pudo tener pan para la familia, compuesta de siete criaturas. Un domingo por la noche, con un puñetazo acababa de romper el cristal de la panadería, tomó un pan y se lo llevó. “Valjean fue acusado ante los tribunales de aquella época de autor de robo con fractura, de noche y en casa habitada”. El libro describe alternativas de audiencias, declaraciones testimoniales y procesos donde se va agravando y/o postergando la justa solución del caso de Jean Valjean.
El Sr. Jean Valjean fue preso por robar una baguette para sus siete hijos
Por ello y otros incidentes que le provoca el presidio y la injusticia que padecía, el inofensivo podador de Faverolles, que también fue peón de albañil, criado de pastor boyero, cargador, o lo que podía, pasó 19 años en presidio. Durante ese tiempo eran sus móviles la indignación habitual, la amargura en su alma, el profundo sentimiento de la indignidad sufrida y la reacción hasta contra los buenos, contra los inocentes y contra los justos. “Motivos había, pues, para que el pasaporte calificara a Jean Valjean de hombre muy peligroso”.
No fue un marco igual al que describe José Hernández en el “Martín Fierro”, pues era otro país, una gran ciudad europea y otro entorno, ya que se trataba de una sociedad industrial donde sus chimeneas lanzaban humo y las máquinas hacían sentir su ruidoso trajinar; pero el innegable condicionamiento socioeconómico llevó a tan triste situación y el orden social no estuvo en condiciones de contemplar su mal, y ayudar a su solución.
Injusticia que sufría el gaucho de la pampa
El temple de la alma gaucha de Hernández, reflejada en su “Martín Fierro”, sustentó su entereza para enfrentar la injusticia que sufría el gaucho de la pampa. Ha de hablar el Gaucho Martín Fierro y trataremos de hablar con él. Es su voz la que vuelve y nos lleva a su tiempo, y desde aquí observaremos cual es la pena “estrordinaria” en la historia que nos cantó. “Narración que, incluso más allá de su género, de su autor y de su tiempo, puede ser inspiradora para nosotros”, tantos años después. El sentimiento elocuente que denotan esos versos no se manifiesta por las formas sonoras de su canto, sino que es el efecto que producen las palabras que le van brotando “como agua de manantial”, y que van dando expresión poética a su lucha, a su altivez y a su fortaleza. Así comenzaba a decir:
“Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela, / que el hombre que lo desvela una pena estrordinaria, / como la ave solitaria / con el cantar se consuela”.
“Pido a los Santos del Cielo / que ayuden mi pensamiento, / les pido en este momento / que voy a contar mi historia / me refresquen la memoria / y aclaren mi entendimiento”.
Qué nos quiere contar Hernández, cuál es la esencia de su historia. Qué nos hablará él. Si es que el autor se identifica con el personaje protagonista y casi podemos decir que se pinta a sí mismo en su imagen espiritual. Si Hernández ha sido gaucho, gaucho que arrea hacienda, que enlaza, que voltea, que doma, que duerme en el campo sobre el pellón, que anda leguas y leguas, y días tras días, por la pampa desolada, sufriendo escarchas, lluvias, viento, calor, sol. Y nos dice:
“Yo no soy cantor letrao; / Más si me pongo a cantar / No tengo cuando acabar / Y me envejesco cantando: / Las coplas me van brotando / Como agua de manantial” (Ida, I-9).
En medio de la acción que abarca el poema se refleja lo pasado y puede preverse el futuro. José Hernández ha sido el más grande cultor de la poesía gauchesca. Su “Martín Fierro” resume reflexiones, vivencias y sentimientos del hombre de campo. El orden de la justicia nutre y equilibra el poema. En primera persona Fierro contó su historia y durante ella van apareciendo otros seres que habitaron la Pampa. Los caracteres del “Martín Fierro” no son abstracciones puras, poseen vida y esplendor; a un mismo tiempo es obra poética y realidad.
José Hernández, poeta, político, periodista y militar argentino.
La cultura es árbol que vive de raíces humanas
A este ensayo lo anima un embanderamiento a favor de la actual y de por sí legítima solicitud de los pueblos por una organización social que sea justa. “No basta con teorizar sobre la justicia, pues como advertía Sampay, es necesario luchar para realizarla”.
El fin natural de la comunidad y del poder político
El fin natural de la comunidad, y de la Constitución que la estructura, es conseguir que todos y cada uno de los miembros que integran el cuerpo social, a través de los cambios de cosas y servicios, obtenga cuanto necesitan para estar en condiciones de desarrollarse íntegramente acorde con su dignidad humana. A quien ejerce el gobierno, valiéndose de su inteligencia y de su arte, nada se le podrá reprochar mientras observe la más importante actitud que es hacer que reine la justicia en las relaciones con sus conciudadanos.
La felicidad es, sin contradicción, el mayor de los bienes. El hombre para ser verdaderamente dichoso, tiene necesidad de los bienes del cuerpo y de los bienes exteriores. La felicidad, entonces es el estado de la persona cuando disfruta de salud vital, posee las cosas que la liberan de las necesidades materiales, y practica tanto las virtudes intelectuales adquiriendo la verdad, como las virtudes morales obrando conforme al bien. De la idea de este supremo bien humano se extrae el concepto de justicia, que es un valor subalterno con respecto a la felicidad pero de ineludible realización prioritaria.
Por tanto, el fin natural de la Constitución es efectuar la justicia.
El gobierno perfecto que buscamos es, entonces, aquel que garantiza al cuerpo social el mayor grado de felicidad. El amigo sincero del pueblo tratar de evitar que éste caiga en la extrema miseria, y pondrá el mayor cuidado en hacer que el bienestar sea permanente.
Pero, de su tiempo nos dijo Martín Fierro, que “el gaucho -ya es un hecho- / no tiene ningún derecho, / ni naides vuelve por él”. (…) “Mueren en alguna loma / en defensa de la ley, / o andan lo mesmo que el güey, / arando pa´ que otros coman” (Vuelta, XXVII-987/1003).
El poeta y el poema
El “Martín Fierro” significa en nuestra historia literaria el más valioso experimento de literatura popular. En la denuncia social y apología del gaucho que contiene en su obra, Hernández también defiende tradiciones, costumbres y caracteres propios que conforman su espíritu. Si bien es indudable que se ha producido paulatinamente con el surgimiento de la sociedad industrial y de consumo la desaparición de lo criollo bajo la forma del gaucho, ello no nos permite, de ninguna manera afirmar la desaparición de los valores que alentaron a este tipo de hombre”. La diferencia entre tradición y conservatismo es, que en éste último, lo viejo vale por viejo, mientras que en la tradición lo viejo vale en tanto portador de valores. De esta forma, la tradición, para nosotros, es algo que aún vive y no una entidad ahistórica. Es la construcción de la memoria colectiva de un pueblo, con sus vivencias, luchas y valores, que se traspasan de generación en generación. La tradición es así la transmisión de algo valioso de una generación a otra.
Como bien dice Pagés Larraya, tiene “Martín Fierro” un mundo propio, liberado de su creador, de las contingencias que lo hicieron nacer, de los materiales diversos que lo integran. Resulta imposible mirarlo con abstracto rigor y descuajarlo de las raíces que lo nutren[3]. Fermín Chávez señaló que el “Martín Fierro” es un libro esencialmente político, y que es “un brillante alegado a favor del gaucho matrero, rebelde no contra la ley sino contra un orden injusto”.
Injusticia legal y desigualdad jurídica
En “La Vuelta del Martín Fierro”, durante la inmortal y casi metafísica payada de contrapunto que mantenía con “el Moreno”, después de efectuarle numerosas preguntas tales cómo “cuál es el canto del cielo”; o “decime cuál en el mundo / es el canto de la tierra”; o “cuál es el canto del mar”; y si “la noche tiene su canto, / y me has de decir cuál es”; o en la que le propone diciendo que “como siempre ha de ser comedida / la palabra de un cantor / y aura quiero que me digas / de donde nace el amor”, las que todas fueron respondidas con fino ingenio por el Moreno; por lo que a su turno Fierro entona su voz y le dice: “Ya te empiezo a respetar, / Aunque al principio me rei, / Y te quiero preguntar/ Lo que entendés por la ley (Vuelta, III-1097).
El canto del interrogado responde con precisión qué significaron las leyes ordinarias para las “masas populares”. Y así el Moreno nos dice:
“Dende que elige a su gusto, / Lo más espinoso elige; / Pero esto poco me aflige / Y le contesto a mí modo: / La ley se hace para todos, / Más sólo al pobre le rige”.
“La ley es tela de araña / -En mi inorancia lo esplico-, / No la tema el hombre rico; / Nunca la tema el que mande; / Pues la ruempe el bicho grande / Y sólo enrieda a los chicos.
“Es la ley como la lluvia: / Nunca puede ser pareja; / El que la aguanta se queja, / Pero el asunto es sencillo: / La ley es como el cuchillo: / No ofiende a quien la maneja.
En el canto del Negro queda reflejado este agudo desnivel en el campo del derecho. De estos versos surge patentemente la injusticia legal y la desigualdad jurídica. La lucha de Martín Fierro no la encara por pendenciero sino que muestra su coraje en la pelea contra la injusticia de la ley. Partiendo del concepto de igualdad, su canto deriva sin otras vueltas al terreno práctico de la aplicación, y todos los aspectos de la interpretación confluyen y se resuelven en la desigualdad imperante de la ley. El distingue claramente: la ley siempre alcanza al pobre, nunca al rico.
Palenque ande ir a rascarse
Qué pasaba con los jueces y la “justicia”. Recordemos otros versos del poema que su mensaje tampoco ha perdido actualidad. El Hijo Mayor de Fierro nos relata que “trabajando de pión”, se encontraba en una estancia, y que “a un vecino propietario un boyero le mataron”, y que a él se lo “achacaron”. En esos versos expone las penurias que el régimen judicial y carcelario imperante sometía a los detenidos, culpables o inocentes:
“Declararon otros dos / Sobre el caso del dijunto; / Más no se aclaró el asunto, / Y el Juez, por darlas de listo, / “Amarrados como un Cristo, / Nos dijo, “irán todos juntos”.
“A la Justicia Ordinaria / Voy a mandar a los tres. / Tenía razón aquel Juez, / Y cuantos ansí amenacen; / Ordinaria… es como la hacen: / Lo he conocido después”.
“Nos remitió, como digo, / A esa Justicia Ordinaria, / Y fuimos con la sumaria / A esa cárcel de malevos / Que, por un bautismo nuevo, / Le llaman Penitenciaría”.
De tal modo, “criollo que cai en desgracia, / tiene que sufrir un poco; / naides lo ampara tampoco, / si no cuenta con recursos”. Así es que también calificando a la judicatura, el viejo Vizcacha le aconsejaba al Segundo hijo de Martín Fierro:
“Hacete amigo del juez; / No le des de que quejarse; / Y cuando quiera enojarse / Vos te debes encoger, / Pues siempre es bueno tener / Palenque ande ir a rascarse”.
“Nunca le lleves la contra, / Porque él manda la gavilla: / Allí sentao en su silla, / Ningún güey le sale bravo; / A uno le da con el clavo / Y a otro con la cantramilla.“
Por todo ello bien expresaba Tiscornia que el juez de paz de campaña, en los días de Vizcacha, era un funcionario grave, de estudiado mal genio, casi analfabeto, perito en fullerías. “Tenía en sus manos la suma del poder. Administraba la justicia distributiva según los fueros de su voluntad personal. Pater familias de bronce antiguo, tenía la sentencia en la boca y el rebenque en la derecha. Vizcacha sabía bien que no había que irritarlo”.
Un síntoma de cómo estamos en sociedad
Pero también José Hernández en versos del Hijo Mayor de Fierro, nos cuenta los graves momentos que se padecían en la penitenciaría y durante los procesos judiciales, mientras permanecía en prisión:
“No sé el tiempo que corrió / en aquella sepoltura; / si de ajuera no lo apuran, / el asunto va con pausa; / tienen la presa sigura / y dejan morir la causa”. “Inora el preso a qué lado / se inclinará la balanza, / pero es tanta la tardanza / que yo les digo por mí: / el hombre que dentre allí / deje ajuera la esperanza”.
“Sin perfeccionar las leyes / perfeccionan el rigor; / sospecho que el inventor / habrá sido algún maldito: / por grande que sea un delito, / aquella pena es mayor.
“La soledad causa espanto; / el silencio causa horror; / ese contínuo terror, / es el tormento más duro, / y en un presidio siguro / está demás tanto rigor” (Vuelta, XII-716). En qué arrumbada biblioteca quedaba olvidado el artículo 18 de la Constitución Nacional. Cabe preguntarse entonces de qué sirve la vigencia formal de un texto constitucional, que se recita, pero que no se aplica.
Precisamente, por ello haremos mención al informe que sobre cárceles efectuó Nils Melzer, relator especial sobre la tortura de Naciones Unidas, quien tras recorrer diversos centros de detención -comisarías, alcaidías y pabellones penitenciarios- señaló que “la Argentina es responsable de una generalizada, persistente y seria violación de la Convención contra la tortura” y advirtió que “no existe justificación económica, política, jurídica o de otra índole, respecto de cualquier acción u omisión de los poderes legislativo, ejecutivo o judicial, que deliberadamente exponga a los seres humanos a estas condiciones intolerables”. Recientemente, según el informe dado a conocer por la Procuración Penitenciaria, a partir de 2009 en las cárceles del Servicio Penitenciario Federal, se duplicaron las muertes violentas causadas por suicidios, homicidios, accidentes y lesiones graves sufridas por los internos durante motines o protestas para reclamar mejores condiciones de detención.
El Papa Francisco en la visita que realizó al centro de readaptación social de Ciudad de Juárez, expresó “que las cárceles son un síntoma de cómo estamos en sociedad, (…) El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social” (…) La reinserción social comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas, y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos, por nombrar sólo algunas medidas. Ahí comienza todo proceso de reinserción”.
Fraile franciscano
Ilustración de la Histoire des ordres monastiques religieux et militaires…
Bibliothèque nationale de France
Las elecciones y el fraude electoral
Veamos el panorama que en el poema describe José Hernández sobre cómo se realizaban los procesos electorales. Picardía, el hijo de Cruz, pinta con vivos colores la visión criolla de los sistemas de fraude electoral de las clases cultas de la ciudad.
“Ricuerdo que esa ocasión / andaban listas diversas; / las opiniones dispersas / no se podían arreglar: / decían que el Juez, por triunfar, / hacía cosas muy perversas”. (…) Y “Que todo andaría mal, / si pretendía cada cual / votar por un cadilato”. Por ello, lo amenazó el “polecia”: ¡Anarquista! / Has de votar por la lista / que ha mandao el Comiqué”. (…) “Me dio vergüenza de verme / tratado de esa manera; / y como si uno se altera / ya no es fácil que se ablande, / le dije:
“Mande el que mande, / yo he de votar por quien quiera”. Pero, finalmente “fí a jinetiar en el cepo / por cuestión de candilatos” (…) “Dende aquellas elecciones / se siguió el batiburrillo; / aquél se volvió un ovillo / del que no había ni noticia, / ¡Es señora la justicia… / Y anda en ancas del más pillo!”.
De tal modo, nos cuenta en su historia, el acoso que ejercía la “polecia” y el “juez”, durante un día de elección.
Pero, el camino hacia la Justicia es indetenible en la vida de los pueblos, por más vallas que le interpongan, y a su logro contribuyen estos versos del Martín Fierro. Sin duda, “no hay tiempo que no se acabe, ni tiento que no se corte” (Ida, II-44).
“…. El fuego pa´ calentar, debe ir siempre por abajo”
El progreso de la justicia se impone cuando la sociedad descubre, con el desarrollo de su conciencia jurídica, su imperfecta composición y las desiguales condiciones de vida que la aquejan. Pero, el progreso social que implica el mejoramiento de las condiciones de vida de un pueblo, debe estar encauzado por una finalidad ética.
Antes de finalizar su último canto en la “Vuelta”, en forma epigramática Fierro advierte sobre esa necesidad:
“Más Dios ha de permitir / que esto llegue a mejorar; / pero se ha de recordar, / para hacer bien el trabajo, / que el fuego, pa´ calentar, / debe ir siempre por abajo” (Vuelta, XXXIII-1195).
“No hay cambio real ni duradero si no se produce desde dentro y desde abajo”, nos dice el Papa Francisco.
La injusta organización social en la que el gaucho transcurría sus días, así quedó reflejada en los versos de Hernández: “El anda siempre huyendo, / siempre pobre y perseguido, / no tiene cueva ni nido / como si fuera maldito; / porque el ser gaucho… ¡barajo! / El ser gaucho es un delito”.
“Es como patrio de posta: / lo larga este, aquel lo toma, / nunca se acaba la broma; / dende chico se parece / al arbolito que crece / desamparao en la loma”.
“El nada gana en la paz / y es el primero en la guerra; / no le perdonan si yerra, / que no saben perdonar, / porque el gaucho en esta tierra / sólo sirve pa´ votar”.
“Para él son los calabozos, / para él las duras prisiones, / en su boca no hay razones / aunque la razón le sobre; / que son campanas de palo / las razones de los pobres”.
“Que son campanas de palo/ las razones de los pobres”.
Lo suyo de cada uno
La justicia social acompaña a las necesidades crecientes de todo pueblo en su devenir histórico. Por lo tanto, su concepto no es estático ni sirve su postulación rígida o inamovible. Debe acompañar al hombre con los temas que le afligen en su calidad de miembro de una nación. “La incorporación en el derecho de las reivindicaciones de quienes menos tienen, y la ponderación de una cultura y de un superior grado espiritual y moral para todos, son elementos vivificantes de la justicia social. El eje de su cometido consiste en atribuir a cada uno lo que le corresponde, o sea, la porción de bienes materiales, culturales y espirituales. Este es el nudo, su ser, su sustancia”.
En consejos y cantos de sentido filosófico, Martín Fierro clama por un régimen de justicia y de equidad, envuelto por una gran expresión de dolor. “El acento doliente es la tónica de este libro inmortal y el afán de justicia es el motivo que anima cada una de sus escenas y cada uno de sus versos”. Los versos de Picardía buscan reflejar el estado de injusticia que no había podido resolver el orden constitucional de 1853/60, y que se notaba en las crecientes necesidades insatisfechas de esas mayoritarias poblaciones que estaban gravemente afectadas por la carencia de esos elementales bienes materiales: “los hijos de la miseria / son muchos en esta tierra” (Vuelta, XXI865).
La situación social del gaucho, con sus carencias, persecuciones y padeceres, se aprecia en el sentido canto de los personajes del Poema. Antes que “como astillas del mesmo palo” se larguen a cruzar el desierto en busca de “alguna toldería”, Cruz le decía a Fierro: “… son tantas las miserias / en que me he sabido ver, / que con tanto padecer / y sufrir tanta aflición, / malicio que he de tener / un callo en el corazón”.
El temple del alma gaucha
Por cierto, fue el temple del alma gaucha de Hernández, reflejada en su “Martín Fierro”, lo que sustentó su entereza para enfrentar la injusticia que sufría el gaucho de la pampa.
“Con mi deber he cumplido / y ya he salido del paso, / pero diré, por si acaso, / pa´ que me entiendan los criollos: / todavía me quedan rollos / por si se ofrece dar lazo” (…) “Y con esto me despido / sin espresar hasta cuándo; / siempre corta por lo blando / el que busca lo siguro, / más yo corto por lo duro / y ansí he de seguir cortando”.
La denuncia social del poema hernandiano ataca el falso concepto de civilización esgrimido contra el criollo, la desigual aplicación de la ley en la ciudad y en el campo, la política inmigratoria -que poco a poco fue marginando al habitante nativo-, la cuestión indígena y el servicio de fronteras, la mala distribución de la tierra, la oligarquía y los inmigrantes.
Hemos visto que toca también otros elevados temas, pues Hernández no juega a ser un gaucho para divertir o para divertirse; “Hernández escribió para denunciar injusticias locales y temporales, pero en su obra entraron el mal, el destino y la desventura, que son eternos”.
“Yo he conocido cantores / que era un gusto el escuchar; / más no quieren opinar / y se divierten cantando; / pero yo canto opinando, / que es mi modo de cantar” (…). “Procuren, si son cantores, / el cantar con sentimiento, / así tiemplen el estrumento / por sólo el gusto de hablar, / y acostúmbrense a cantar / en cosas de jundamento.
“A través de estas estrofas Hernández está manifestando en qué consiste la dignidad de la poesía, y cuál es la función del poeta en la sociedad“.
Fundamentalmente, su Martín Fierro, como todo héroe épico lucha por la libertad y contra la injusticia del sistema, personificando de este modo la vida heroica de su estirpe. Y así cantaron también los otros personajes del poema nacional.
Derechos por los que Hernández luchó
¿Qué más podemos ahora decir del derecho, para comprender por los que José Hernández luchó, y saber por los cuales luchar en este siglo XXI? El problema de fondo relativo a los derechos humanos sostiene Bobbio no es hoy tanto el de justificarlos como el de protegerlos. El problema filosófico de los derechos humanos no puede ser disociado del estudio de los problemas históricos, sociales, económicos, psicológicos, inherentes a su propia realización: es el problema de los fines y el del de los medios. Ello lleva a explicar y sostener el imperativo de luchar por un derecho positivo integrado por un conjunto de reglas conducentes al bien común, y que su interpretación debe ser orientada a la consecución de ese bien superior.
Se trata de lograr las soluciones para una más amplia y escrupulosa realización de los derechos proclamados. No tanto de saber cuáles y cuántos son estos derechos, cuál es su naturaleza y su fundamento, si son derechos naturales o históricos, absolutos o relativos, sino cuál es el modo más seguro para garantizarlos, para impedir que, a pesar de las declaraciones solemnes, sean continuamente violados.
En el nivel alcanzado por la cultura sociopolítica de su época, Hernández luchó para que “las garantías individuales se conviertan en una verdad incuestionable y dejen de ser una lujosa declaración de la ley”, y sostuvo que “mientras la luz no cubra con su égida protectora las poblaciones desamparadas, es excusado que nos afanemos en elaborar proyectos grandiosos, que jamás resolverán el problema de nuestra futura grandeza”.
Ya había escrito: “No basta tener instituciones liberales; es necesario secundar su espíritu progresista y acreditar la resolución de hacerlas prácticas y profundas”.
Por eso, Hernández ya había expresado en la carta que envía a los editores de la 8ª edición del “Martín Fierro”. “Ese gaucho debe ser ciudadano y no paria; debe tener deberes y también derechos, y su cultura debe mejorar su condición. Las garantías de la ley deben alcanzar hasta él, debe hacérsele partícipe de las ventajas que el progreso conquista diariamente”.
Es sabido que “la poesía épica tiene como objeto específico el elogio de empresas inspiradas por la justicia y la libertad”, entonces cabe decir que tal como en las epopeyas clásicas el “Martín Fierro” es el canto de un pueblo; es decir, el relato de sus hechos notables cumplidos en la conformación de su propio ser y en el logro de su destino histórico.
En el poema de José Hernández existe un sentido simbólico paralelo del sentido literal en el plano del encuadre sociológico contemporáneo para instaurar un orden social justo, y será indispensable hacer realidad esa finalidad de justicia. El protagonista histórico ya no será un héroe lejano como el solitario gaucho de la pampa, sino esencialmente un personaje colectivo que ha de conquistar su dignidad y sus derechos fundamentales. Ha de ser un pueblo unido y organizado como sujeto histórico del progreso social.
El verdadero desafío de la hora
También Hernández en la “Instrucción del Estanciero” se interrogaba sobre qué hace el hijo de la campaña que no tiene campo, que no tiene donde hacer su rancho, que no tiene trabajo durante meses al año, y que se ve frente a frente con una familia sumida en la miseria. Y respondía con estos conceptos que aún cabe recordar:
“No es un principio admisible, pero es una verdad práctica y reconocida que en donde hay hambre no hay honradez”.
Por ello, se han de hacer efectivos los derechos que tiene el ser humano y que están ampliamente incorporados a textos constitucionales y a declaraciones internacionales de suficiente renombre, y se encuentran en Declaraciones y Pactos que tienen jerarquía constitucional (Art. 75, inc. 22, de la Constitución Nacional).
Debemos superar el condicionamiento socioeconómico que lleva a la no vigencia de elementales derechos humanos en la mayoría del Pueblo. Que es lo que en su tiempo sufrió y contra lo que a su manera el gaucho Martín Fierro luchó, para terminar con una miseria que había penetrado hasta los huesos, y que en sus versos Hernández repudiaba además con un calificativo:
“Pues esa miseria vieja / no se remedia jamás / todo el que viene detrás / como la encuentra la deja” (Vuelta, XXVIII-1042).
La democracia debe conjugarse con el desarrollo de todas las potencialidades del país, para que la injusticia y la discriminación expresadas por la marginalidad y la pobreza desaparezcan como afrentas incompatibles con los principios que unen al hombre en comunidad. Los derechos políticos, como lo demuestra el pasado reciente, son inseparables de los derechos sociales y económicos, y para la consecución plena de los ideales propuestos en los documentos de las Naciones Unidas es indispensable que el desarrollo brinde a los pueblos la posibilidad cierta de acceder a niveles dignos de vida, de realización personal y participación.
Esta es la urgente solución a implementar. El debate sobre la democracia es, en las condiciones actuales, una controversia acerca de la legitimidad política y, por consiguiente, comprende las formas políticas e institucionales sin las cuales no se puede hablar de legitimidad. La cuestión de la legitimidad política lleva así al tema institucional, y al diseño del que sea mejor para lograr ese desarrollo.
Sin duda, llegará ese momento cuando dejen de ser “campanas de palo las razones de los pobres” (Ida-239). Recién ahí no pesará más sobre nosotros la amonestación de Fierro, que con su original manera de decir señala que la razón del pobre no suena, no vale, en la sociedad de los hombres.
La poesía no puede sustituir otras mediaciones -como son, las ciencias sociales y la acción política-, para analizar y transformar la realidad. “Sin embargo, enriquece la visión de la realidad y la acción sobre ella, con lo íntegramente humano que le es propio y que el análisis científico y la eficacia técnica y política tienen el peligro de olvidar”.
El sentido optimista del canto final del poema
Ya conocemos los motivos de Hernández, y los podremos analizar desde nuestra visión actual. Ya sabemos cuál es su “pena estrordinaria”. En las hojas del “Martín Fierro” encontrarás todo su canto, el contrapunto con la injusticia que con bizarría nos dejó; porque “él es toro en su rodeo y torazo en rodeo ajeno”, y está firmemente dispuesto a no separarse de ese intento “aunque vengan degollando”.
Por todo ello, la obra de Hernández es un mensaje y actúa como agitador de todos los problemas del país. Como advierte Pagés Larraya, el Poeta al principio de la “Vuelta” nos avisa también que su mensaje está cifrado y que hay que andar despacio para comprenderlo:
“Tiene mucho que aprender / El que me sepa escuchar: / Tiene mucho que rumiar / El que me quiera entender” (Vuelta, 93-96)
Hay pues en el Martín Fierro un mensaje lanzado a lo futuro, pero, ¿cuál es el mensaje de Martín Fierro? ¿Y a quien va dirigido? Si damos en la contestación de la segunda pregunta, seguro también daremos en la respuesta a la primera. Entonces ¿a quién va dirigido el mensaje de Martín Fierro?
El Papa Francisco, en el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, nos dijo que: “los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su independencia política y, desde entonces, llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una independencia plena”. Nos han incorporado un complejo de inferioridad respecto a lo foráneo.
Es en las estrofas de último canto de la “Vuelta” en donde más explícitamente se revela el “pensamiento de reforma social” que está en el contexto del “Martín Fierro”, y cuyas primeras páginas comenzamos a describir los argentinos a partir de las Jornadas de Mayo de 1810. Es en este canto final donde queda declarada sin ambages la militancia social de nuestra máxima obra de arte. Es el poeta y no el protagonista el que termina diciendo en esta Segunda Parte, que no era ella la última en la intención del autor, ya que anunció una tercera que el destino no quiso.
“Y guarden estas palabras / que les digo al terminar: / en mi obra he de continuar / hasta dárselas concluida, / si el ingenio o la vida / no me llegan a faltar” (Vuelta, XXXIII-1200).
Fortalecer el pensamiento nacional significa prepararse para asimilar el conocimiento universal. En países sujetos a la acción colonial o semicolonial el verdadero espacio de resistencia es, definitivamente, la cultura popular.
Fierro y su estirpe no solamente viven todavía -aunque irreconocibles por sus características exteriores-, sino que afirmamos siempre vivirán mientras esa matriz que va gestando artífices por un mundo más justo, siga pariendo hijos con toda las sustancias de su ser. Esa matriz no sólo produce tipos vernáculos que existan solamente en la llanura; en cualquier lugar -campo o ciudad- donde las condiciones de vida sean injustas, ese mismo ser que llamamos Martín Fierro reaparecerá.
O sea, “solo podemos abrir con provecho nuestro ´poema nacional´ si caemos en la cuenta de que lo que allí se narra tiene que ver directamente con nosotros, aquí y ahora, y no porque seamos gauchos o usemos poncho, sino porque el drama que nos narra Hernández se ubica en la historia real cuyo devenir nos trajo hasta aquí”. Justamente esos “efectos”, esa capacidad de ser ubicado en la dinámica real de la historia, es lo que hace del Martín Fierro un “poema nacional”. Amén de la guitarra, el malón y la payada. Así han de poder anteverse a los contemporáneos seres que han de sostener el mensaje poemático del “Martín Fierro”.
Los héroes del poema son prototípicos y paradigmáticos
La poesía épica o patriótica o social, evolucionó con la sociedad y conforma en nuestro caso un epopéyico jirón del pasado histórico criollo, metiéndose en sueños, dolores y esperanzas, del más bajo sector social de las llanuras pampeanas. “El épico contemporáneo va a hacer poemas en donde los episodios de la lucha por la vida reemplacen a los episodios de la lucha por la muerte”. “Y he de decir ansí mismo / porque de adentro me brota, / que no tiene patriotismo / quien no cuida al compatriota” (Vuelta, XXVII-1004).
Los héroes del poema son ejemplarmente puros e incorruptibles en su militancia social y proceden de la más humilde extracción popular, terminan cambiando de nombre, para reintegrarse con modestia al seno del pueblo, al que de este modo trasmiten la responsabilidad de proseguir el cometido que les dio personalidad poética. Son prototípicos y paradigmáticos. Se manifiestan para ejemplo de la toma de personalidad por el pueblo. Fierro evidencia su resuelta postura y con valentía dice: “Que he relatado a mi modo, males que conocen todos, pero que nadie cantó” (Ida, XIII-395).
“Este es el sentido esencial del Martín Fierro, de su militancia artística, de su épica activa, que se proyecta sobre la conciencia del pueblo argentino. De modo que es éste, dentro de la concepción del poeta, quien debe dar desenlace real, en la sociedad, a su inmortal personificación en el arte.
El consejo que Hernández pone en labios del viejo y prudente Martín Fierro en trance de separarse de sus hijos, fue: “Los hermanos sean unidos / porque esa es la ley primera: / tengan unión verdadera / en cualquier tiempo que sea, / porque, si entre ellos pelean, / los devoran los de ajuera” (Vuelta, XXVII-1171).
Este poema va al centro de la cuestión política, al núcleo del problema del poder, a la Constitución real que es necesario cambiar, organizando un centro de poder nacional y popular.
Antes que un “poema épico” abstracto, “Martín Fierro” es una obra de denuncia, con una clara intención: oponerse a la política que oprimía al gaucho y proponer que esté incluido dentro del país que se estaba construyendo. ¿Qué tipo de sociedad queremos? “Martín Fierro” orienta nuestra mirada hacia nuestra vocación como pueblo, como Nación. Nos invita, a darle forma a nuestro deseo de una sociedad donde todos tengan lugar.
En los más humildes, los explotados, los pobres, los excluidos se encuentra en gran medida el futuro de la humanidad, “en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas en la búsqueda cotidiana de <las tres T> (trabajo, techo, tierra)”. Señala además el Papa Francisco, que “son derechos sagrados”. Allí es donde hallamos “el entramado básico de los derechos humanos”.
Hablamos de poesía criolla entrañada en lo popular, pero no petrificada y encerrada, sino abierta a las innovaciones y a las manifestaciones complejas de la vida contemporánea. “Hernández explicó claramente, las razones que tuvo, en aquel momento de la vida argentina, para escribir en estilo gauchesco, utilizando una lengua rústica, hablada entonces por la gran mayoría de nuestra población”. El drama es el mismo, pero en un escenario más complicado y con mayor número de actores.
“Con mi deber he cumplido / y ya he salido del paso, / pero diré, por si acaso, / pa´ que me entiendan los criollos: / todavía me quedan rollos / por si se ofrece dar lazo” (…) “Y con esto me despido / sin espresar hasta cuándo; / siempre corta por lo blando / el que busca lo siguro, / más yo corto por lo duro / y ansí he de seguir cortando”.
De esta forma termina la segunda etapa del poema, en la que trasmite a modo de consejo, “la ética del ser nacional y su filosofía de vivir”; pero, no sin antes advertir:
“Es la memoria un gran don, / calidá muy meritoria; / y aquellos que en esta historia / sospechen que les doy palo, / sepan que olvidar lo malo / también es tener memoria” (…). “Más naides se crea ofendido / pues a ninguno incomodo, / y si canto de este modo, / por encontrarlo oportuno, / no es para mal de ninguno / sino para bien de todos”.
Concluye así el espacio de este ensayo sobre un Poeta y su Poema, cuyos armoniosos versos se riman en pos de redimir al gaucho por la justicia marginada, por la desventura que en su tiempo lo afectó. Ese mensaje del Poema, y su enigmática misión que reconocemos, y su sentido canto de entonar y trasmitir.
No puede ser más evidente la profesión de fe literaria, de militancia artística y social formulada por Hernández. Cantó la realidad de aquel tiempo, con sus injusticias y sus dramas. Su voz gaucha cargada de pasión de libertad, seguirá resonando para siempre. Pero no hay que dejarla sola. Hay que acompañarla. Porque es el signo argentino más cierto, porque su rumbo es el porvenir, porque los hijos de Fierro, hoy como ayer errantes y despreciados, deben continuar el canto. Un nuevo acento en armonía con los nuevos tiempos. Hasta que la Justicia amanezca para todos en esta vasta tierra.
Como expresó Jorge Bergoglio S.J. en tiempo que ejercía el Arzobispado de Buenos Aires, “Martín Fierro” surgió para representar al país decidido, fraterno, amante de la Justicia, indomable. (…)
Justicia, ley, derechos efectivos para los pueblos. Encarar la propuesta de construcción de un orden social justo y equitativo. No conformarnos nunca con lo obtenido si existen ámbitos o relaciones sociales donde imperan la injusticia y la inequidad. Nuestro compromiso debe ser avanzar en la búsqueda de mayor bienestar para el pueblo todo.
Hernández y Fierro lo hicieron, y quedó grabado en sus textos en prosa y en verso. Seguramente hacia ese vital objetivo iremos en cumplimiento de la sublime misión que se proyecta sobre la conciencia del pueblo argentino, y ya conscientes como plenos protagonistas de nuestro destino patrio. Junto a otros “Martín Fierro” contemporáneos lucharemos por un nuevo mundo justo. Así andaremos hacia la luz que expande esa estrella directriz, pues el anhelo de justicia es inherente a la índole humana.
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