Por Camila Ossorio Domecq
En “Escenarios: De Rito y retorno a Posmodern”, La Plata, Editorial Hespérides, (2005)
Exhalando un solo paso
demarcando el sitio justo
el corral de los mirajes
a la luz de un puente-punto…
de la mísera flameaba
sobre la cuenca del centro
en la carta que es postal
el aroma a sobrio ungüento.
En el portal del convicto
de la llama que flamea
en donde la guerra es buena
y el amor sólo un servicio.
Ahí donde el saber es vicio
y tanta la ociosa marca
de la mochila que carga
la síntesis del sentido.
En el portal del convicto
en donde la llama flamea
una Santa Imagen buena
es la imagen del amigo
en que fusiles tendidos
a que tierra y hombre allegan
rugen cuando los golpea
con ánimos el gatillo.
Y se intercalan las puestas
las víctimas del viraje
de los cordones que, tensos,
en las botas del hombraje
tras las ramas que tropiezan
afianzan con fuerza el cuero.
Y el empedrado de islas
y el divorcio de conciencias
-objetivo común, a tientas-
los atuendos y ropajes
las doctrinas y los cultos:
entre emblemas temporales.
En donde el grito suena
y en donde despierta el sol
la voz del hombre cambió
por cantos de la Sirena.
Y es la pasión que mira
el ojo de una postal
la fotografía tal
que causa muy grande pena.
Ahí donde la voz cambia
de ser fuerte, a ser certera.
En donde el vacío llenó
preso en toda su existencia
los respiros quebradizos
de aquél que llega y se aleja.
Y ese que no piensa escenas
ni que tan solo imagina
solo repite doctrinas
de la voz común que eleva…
-es la voz del mando en alto
que ejecuta “cuerpo a tierra”-.
Y el azul portal que mira
y el apóstol que no sueña
y la pulcra señal que ciñe
a cada andamio una pena.
Cada escala, cada andamio,
cada regla a su manera
y cada voz de fusil
en cada palabra austera
conjugados en el ojo
del espectador que observa
sobre el mostrador del kiosco
ya insinuándose la acera.
Poeta sin discusión!