El mercado de órganos humanos: tumba de la libertad

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Por Mario Mazzitelli para Argentina en Red

“Para nosotros, (…) la libertad creadora se expresa a través del conjunto de derechos que permiten (a todos y cada uno) desarrollar todas sus potencialidades. En el ser humano, el cuerpo y el alma, son los fundamentos de la dignidad y la libertad. Ni los cuerpos ni el alma son mercancías. Simplemente no deben tener precio. Porque por dinero uno se desprende de aquella propiedad enajenable que no es constitutiva de su esencia humana. Así, comprar y vender cualquier mercancía o servicio, puede ser una actividad en que ambas partes ganen. Vender un órgano es amputar una parte de la existencia de alguien, que solo se justifica como un acto de amor. 

Parar a las bestias, refinadas por los maquillajes, los perfumes, la vestimenta, los peinados y las complicidades, es un desafío de los demócratas. La Democracia es vida. Y ya es hora, contra viento y marea, que con la Democracia se coma, se cure y se eduque. Y, en unidad nacional, cerrarle las puertas a las desventuras del autoritarismo”.

El mercado es un mecanismo que funciona por la concurrencia (en un tiempo y espacio dado) de muchos oferentes y demandantes (de mercancías y servicios). Ese pequeño mundo se rige por la ley de la oferta y la demanda. Las transacciones se hacen a través de un sistema de precios que (con sus más y sus menos, sus picos y sus valles) van a permitir la reproducción de la dinámica de los intercambios. Es decir, el vendedor tiene que salvar sus costos y obtener una ganancia y el comprador ver satisfecha su demanda a un precio razonable. Así, el mecanismo del mercado funciona todos los días. Muy rara vez se usa el trueque (es la excepción que confirma la regla). El medio con el que se cierran y abren las operaciones es el dinero. El dinero se constituye así en un aditivo fundamental en el mecanismo (como el aceite a la mecánica de un motor) sin el cual el funcionamiento se vería trabado de mil formas. El dinero logra una importancia sustancial. En la cabeza de muchos se transforma en un fetiche, una deidad, la fuente de la felicidad. Pero fuera de la circulación, el dinero no sirve para nada (por lo menos el papel moneda o las monedas electrónicas; dado que en el pasado el cobre, la plata o el oro, podían servir para un cable, una joya o un diente de pirata) en fin.

Cuando Diana Mondino (la posible canciller de J.M.) en el programa de Luis Novaresio dice: “Lo que se habló es de mercado de órganos que es radicalmente diferente a la venta de órganos” , miente. En el mercado se compra y se vende. Y esa transacción se realiza con el pago de dinero del comprador y el cobro en dinero del vendedor. Luego, la aclaración sobre la compatibilidad de los órganos, es una verdad de perogrullo, con la cual la señora trata de distraernos. Estimada Diana, nadie va a comprar en “el mercado de órganos” un órgano que no le sirva. Las mercancías se compran porque tienen alguna utilidad (esa es la regla).

El combo perfecto

Javier Milei completa el cuadro: “Para mí los contrabandistas son héroes. Uno de mis grandes héroes es Al Capone…”. Se refiere al mercado de bebidas alcohólicas. Es decir, el Estado no debe corregir la legislación equivocada para redactar otra que proteja mejor el bien común. “El Estado es una organización criminal, violenta, que vive de una fuente coactiva de ingresos llamada impuestos”. Es decir, el Estado (del que quiere ser el jefe) no debe regular ni interferir en las actividades de mercado. Es el viejo axioma de los poderosos de excluir al gobierno democrático (del pueblo, por el pueblo y para el pueblo) de todas las actividades que el mercado puede resolver por sí mismo (lo que es “conocido” como “principio de subsidiaridad del Estado”).

Unir las piezas y sacar conclusiones

Uniendo las piezas nos da el formato siguiente: Mercado de órganos, en el que unos venden y otros compran, manejado por contrabandistas, sin intervención ni interferencias del Estado. O peor aún, con las mafias enquistadas en el Estado.

Está fehacientemente probado que Domingo Bussi (el padre de Ricardo con el que Milei hizo una alianza política, “después de haberlos servido bien”) gobernó como un tirano, asesinó con sus propias manos, torturó personalmente, robó y fugó dinero público a Suiza, finalmente fue condenado a prisión perpetua. Fueron representantes de la máxima negación a la libertad: a través de la muerte y de su expresión institucional “el Terrorismo de Estado”. 

Bajo su mando funcionaron más de 30 centros clandestinos de detención. Un lugar en el que depositaban a los secuestrados. Nadie sabía de ellos. Ni las madres, ni los padres, ni los amigos, ni los seres queridos, ni las novias o novios, ni los familiares, nadie. Salvo los dictadores. Eran desaparecidos. En boca de Jorge Rafael Videla: “No están muertos ni vivos… están desaparecidos”. ¿Acaso en aquel tiempo no practicaron el mercado de bebés? Para el mercado de órganos ¿les faltó tecnología o imaginación? 

Lo más tenebroso de la historia argentina sale de las sombras para ejercer su siniestro libertarianismo criminal y liberticida.  

La ESMA, el centro de detención y tortura más emblemático de la dictadura en Argentina, fue declarado Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en septiembre de 2023. Allí funcionó el mayor centro de detención, tortura y desaparición de personas de la última dictadura militar de Argentina, entre 1976 y 1983.

¿Cuánto tardarán los admirados Al Capone del nuevo negocio de tráfico de órganos en organizar su actividad? ¿Dónde irán a buscar los órganos compatibles? ¿A quién se los venderán?

Javier Milei es el mascarón de proa de un “mundo oscuro”, que se mimetizó con el desenvolvimiento democrático por la condena política y social a la dictadura. Pero siempre estuvo allí. Disgregado, si se quiere. Pero siempre estuvo. Macri los empezó a unir y hoy están catalizados en un núcleo duro de ultraderecha. Cada vez con menos disimulo. Son fascistas en potencia. Si se hicieran del control del Estado las consecuencias serían imprevisibles. 

Para ellos el dinero es la fuente organizadora de la actividad de mercado, con sus premios y castigos. Y el dinero todo lo compra, porque para ellos todo tiene precio: una casa, un automóvil, el amor o el órgano compatible de una persona pobre, necesitada de dinero para poder vivir.  

alcer-caceres.org / España desbarata el plan de una empresa para comerciar con órganos en Europa

Para nosotros, en cambio, la libertad creadora se expresa a través del conjunto de derechos que permiten (a todos y cada uno) desarrollar todas sus potencialidades. En el ser humano, el cuerpo y el alma, son los fundamentos de la dignidad y la libertad. Ni los cuerpos ni el alma son mercancías. Simplemente no deben tener precio. Porque por dinero uno se desprende de aquella propiedad enajenable que no es constitutiva de su esencia humana. Así, comprar y vender cualquier mercancía o servicio, puede ser una actividad en que ambas partes ganen. Vender un órgano es amputar una parte de la existencia de alguien, que solo se justifica como un acto de amor. 

Parar a las bestias, refinadas por los maquillajes, los perfumes, la vestimenta, los peinados y las complicidades, es un desafío de los demócratas. La Democracia es vida. Y ya es hora, contra viento y marea, que con la Democracia se coma, se cure y se eduque. Y, en unidad nacional, cerrarle las puertas a las desventuras del autoritarismo.

A casi 40 años de su asunción, el presidente Raúl Alfonsín (1983-1989) promovió los juicios a las Juntas militares, reconociendo los crímenes de lesa humanidad cometidos por aquéllas durante la dictadura cívico militar que asoló la Argentina desde 1976 a 1983. Dado la época posdictadura, continuó enfrentando algunos levantamientos carapintada y otros intentos de sedición militar. “Para evitar derramamientos de sangre di instrucciones a los mandos del Ejército para que no se procediera a la represión y hoy podemos todos dar gracias a Dios: la casa está en orden y no hay sangre en la Argentina -anunció en la Semana Santa de 1987. Mientras tanto, en su discurso de asunción ante la Asamblea Legislativa en 1983, recordamos a este primer presidente democrático argentino luego de la última dictadura militar, con una de las frases más contundentes de su pensamiento y praxis política: “Con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se cura y se educa”.

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