Por Mario Mazzitelli para Argentina en Red
“Pero ustedes se creen que la gente es tan idiota que no va a poder decidir, va a llegar un momento que se van a morir de hambre, con lo cual va a decidir de alguna manera para no morirse, entonces no necesito que alguien intervenga para resolverme la externalidad de consumo, porque a la postre alguien lo va a resolver“. (Javier Milei, presidente del gobierno que conduce al Estado argentino).
El presidente Javier Milei en Bahía Blanca tras el feroz temporal que arrebató la vida de varias personas, desentendiéndose de aprestar la asistencia y ayuda desde Nación.
La gente puede no morirse de hambre comiendo pan y bebiendo agua. Pero eso, en la Argentina en este tiempo histórico, no es vida. Es la demostración de la más dramática pérdida de valores morales, sentido de la dignidad y ambición de desarrollo integral para nuestra sociedad. Javier Milei parece representar la última etapa decadente de un ciclo histórico.
Esto es el anarco-capitalismo: un oxímoron, dado que en el capitalismo gobiernan los capitalistas, por lo tanto sólo podría existir anarquía en una sociedad de productores, trabajadores “libres”, etc.). Claro, si el gobierno se desentiende de la suerte de sus habitantes, la anarquía podría ser preferible. Pero, mejor que este pésimo e incompetente gobierno o el anarco capitalismo (que implicaría la disolución nacional y proliferación de las mafias, haciendo una sociedad invivible) es pensar en un buen gobierno.
Imagen ilustrativa: Rebelión en la granja, George Orwell, 1945
Milei representa a una oligarquía parásita financiera y sectores saqueadores de bienes naturales. Toto Caputo y el RIGI son la mayor prueba. Estos sectores tienen muy claro sus intereses, por los que son capaces de cualquier exceso. Sí, incluso negar la vida y la dignidad a las personas, cuando afectan sus ganancias o ponen en riesgo sus privilegios.
Los que expresan “cárcel o balas”, a quienes piden por un derecho, un aumento salarial o mejores condiciones laborales, muestran la magnitud de la servidumbre intelectual y política puesta a su servicio.
“Cárcel o balas”, José Luis Espert
Si llegan a estos extremos con las personas de carne y hueso, qué no harían en el mundo de las ideas, del pensamiento, de la reflexión honesta. La necesidad de fundar una afirmación en pruebas, ha sido relevada. En términos generales lo que van buscando es el monopolio de la palabra para imponer sus consignas. Propaganda basura multiplicada por el sistema mediático que dominan.
De esta manera no sólo explican las bondades del régimen que cobija sus privilegios. También dicen: “qué es el socialismo”, “qué ha hecho el socialismo” y “qué posibilidades tiene de mejorar la sociedad actual”. Así, su más apañado y promocionado vocero ha definido: “El socialismo es una enfermedad del alma”, dice que: “El socialismo va a fallar siempre” y acusa: “El socialismo deriva en totalitarismo y por ello mataron 150 millones de personas”. Más otro montón de imbecilidades, que de tanto ser repetidas se vuelven realidad en la subjetividad de muchas personas. Avalancha de prejuicios y mentiras que se descargan sobre los socialistas al solo efecto de evitar un debate abierto y sincero.
No es mi pretensión responder a tanta pavada en una pequeña nota de ocasión. Sí decir que deberían tener un mínimo de honestidad intelectual, de la que carecen por completo.
Como nadie puede dar cuenta de lo que ocurrió en el mundo durante siglos, es lógico que al definir: “qué es el socialismo, su pasado y sus posibilidades futuras” nos restrinjamos al ámbito de nuestro país. Aquí, en Argentina, sí podemos decir que el término, la palabra, el concepto, tuvo dos puntos culminantes. Uno en 1837 con Esteban Echeverría y su “Dogma Socialista” y otro en 1896 con Juan B. Justo y la fundación del Partido Socialista. Por este camino podemos encontrar buenas referencias para iniciar el debate. Entonces observemos lo que dijeron algunos socialistas argentinos con autoridad moral, política e intelectual. Por ejemplo:
Esteban Echeverría dirá en el Dogma Socialista: “La democracia es el régimen de la libertad, fundado en la igualdad de clases”.
Por su parte, Alfredo Palacios, dirá que: “el socialismo es, primordialmente, una aspiración ideal hacia un orden jurídico más justo, que reemplazará al capitalismo, mediante condiciones económicas, pero sobre la base de postulados éticos. Reclama una honda transformación orientada por la idea de libertad y de justicia, valores absolutos superiores a todo valor económico…”
Mario Bunge asevera: “Yo sostengo que hay motivos prácticos y morales para preferir el socialismo auténtico al capitalismo, y que la construcción del socialismo no requiere la restricción de la democracia sino, muy por el contrario, su ampliación, del terreno político a todos los demás. Esto es lo que llamo democracia integral: ambiental, biológica, económica, cultural y política. Semejante sociedad sería inclusiva: no habría exclusiones por sexo ni por raza, ni explotación económica, ni cultura exclusivista, ni opresión política.”
Podríamos seguir. Como vemos, el Socialismo no es una enfermedad. Nace como un sentimiento de fraternidad y solidaridad con los que sufren y se expresa por la combinación de una mirada crítica sobre el capitalismo al tiempo que creativa, dando por hecho que el ser humano es capaz de cambiar la realidad en pos de un orden superior.
El socialismo tiene la obligación de ser una propuesta superadora del capitalismo, más atractiva y deseable. No existe el socialismo como una fórmula matemática, para todo tiempo y lugar. No es un dogma. Esa es simplemente una tergiversación política, inducida por la oligarquía parásita que se atribuye la facultad de silenciar la palabra de los socialistas, para hacernos decir lo que nosotros nunca sostuvimos. Somos una corriente humanista, filosófica y programática en permanente evolución.
No es cierto que hayamos asesinado a 150 millones de personas. Que yo sepa desde 1837 a la fecha, a los socialistas no se nos atribuye un solo crimen. Nadie escuchó que Juan B. Justo, Alicia Moreau, Alfredo Palacios, José Ingenieros, Mario Bravo, etc. hayan sido acusados de ningún asesinato.
Mentiras escabrosas como decir que somos hijos del totalitarismo. La gran consigna socialista fue: “No hay Pan sin Libertad, ni Libertad sin Pan.”
Lo que causa horror a la oligarquía es que la “libertad” no se circunscriba a los dueños del gran capital, a los propietarios de la tierra, de los medios de producción o el dinero. Extender la libertad a los sectores postergados y explotados, empobrecidos y marginados, a esa libertad le tenían y le tienen miedo. Por eso se apropian de la palabra. Y la difunden y multiplican por todos los medios que tienen bajo su “propiedad privada”. Una manera de privar de voz a los socialistas.
No hay Libertad, sin Igualdad ni Fraternidad. Ese dilema ya fue resuelto hace más de 200 años. Por eso, nuestro himno al grito de “¡Libertad!” le suma: “Ved el trono a la noble Igualdad”. No se trata de una igualdad absoluta, como algunos pretenden para ridiculizar la idea. Se trata de un piso de igualdad desde el cual poder desplegar toda la potencialidad creadora de cada uno. Cuando ese piso de igualdad es perforado por el hundimiento social bajo la línea de pobreza, o peor aún de indigencia, la libertad desaparece para ese sector de la sociedad. La necesidad extrema mata a la libertad. Además, como la condición de la libertad es su universalidad: “Todos somos libres o no hay libertad”. Podemos afirmar que el capitalismo neocolonial de saqueo (implantado en Argentina por la oligarquía parásita) es la causa de la falta de libertad para las grandes mayorías populares.
Pero la vocinglería oligárquica no ceja en su intento por cerrar los caminos del Socialismo. No sólo hace cualquier tipo de alianza, interior o exterior, para impedir el desarrollo del socialismo en Argentina, no sólo miente a raudales, no sólo trata de desalojar el principio de Justicia que anida en todo ser humano; también trata de inducir a pensar que los ideales socialistas, en el mejor de los casos, son “utópicos”. Que allí donde se aplicó una tecnología para realizarlo, el fracaso fue estrepitoso. Se trata de propaganda interesada.
Siendo el movimiento socialista relativamente joven, existieron experiencias fracasadas. Como las hubo en todos los intentos tecnológicos por llevar un ideal a la práctica. De hecho, todo lo que nos rodea creado por el ser humano para mejorar las condiciones de existencia, antes fueron utopías. Y ninguna fue exitosa en el primer intento. Lo que no pueden negar es que también hay enormes éxitos.
Bastante simple: mientras la ideología neoliberal se sostiene en la exacerbación del egoísmo individualista, defendiendo sólo “intereses privados” (aunque vayan en detrimento de otras personas y el ambiente), el socialismo plantea el principio de asociación de mutuo y múltiple beneficio. Por eso defendemos la cooperación democrática y participativa en todos los niveles; político, social, económico, cultural y ambiental. La idea de seres aislados, vinculados entre sí por el mercado, al que concurrirían sólo para obtener beneficios individuales y del que emergería una mano invisible para armonizar los intereses de todos, es una construcción fantasiosa. Absurda y ya refutada; que merecería un capítulo aparte.
Los pueblos, que tienen una intuición inteligente, se han desvinculado de esa idea. En todos los países del mundo. Al punto que han respaldado el papel del Estado para que este cumpla tareas de cierta equidad, que no lleven a la sociedad a desequilibrios tan injustos que terminen en una violencia generalizada. Los neoliberales vernáculos, al servicio de la oligarquía parásita, tienen una doble moral al respecto. Menoscaban el papel del Estado hasta pedir su achicamiento o extinción, por un lado, y por otro, piden que sea el garante de los privilegios de la propiedad privada, reprimiendo o llegando al “terrorismo de Estado” si fuera necesario, para que sus ventajas injustas no sean menoscabadas. Doble moral que queda en evidencia cuando acuerdan políticas con defensores de la dictadura, que fue la mayor detractora de la libertad en la historia Argentina.
Terrorismo de Estado: la Revolución Libertadora (16 de junio de 1955– hasta la recuperación democrática en 1983, tras diversos golpes militares a lo largo del S.XX en la Argentina: Bombardeo a la Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo argentino, fue blanco de ataques de la Fuerza Aérea y de aviones de la Marina, derrocando a Perón.
Dicen que los socialistas estamos en contra de la propiedad privada. No es así. La organización de una sociedad moderna es impensable sin la existencia de propiedad privada, aquélla que le es propia a cada individuo o familia para realizar en plenitud su existencia. Pero sí nos hacemos algunas preguntas: ¿Cuánta propiedad privada le corresponde a cada miembro de una sociedad? La cantidad es importante. Si es escasa o nula, no alcanza para un buen vivir. Y si es desmedida puede resultar en una concentración de poder, ajeno a todo principio democrático, en particular si hablamos de la tierra, de los monopolios naturales, los oligopolios, etc. Por lo demás, respetamos la propiedad privada existente, al tiempo que querríamos sumar propiedad común o cooperativa, hasta donde la realidad lo permita. Vivimos una etapa compleja, donde una sola forma de propiedad no resuelve la totalidad de los asuntos a encarar. Tenemos la mente abierta.
Nuestra exigencia es abordar la realidad particular y concreta en un tiempo y lugar, desde los mejores valores de la humanidad, desde principios éticos. No somos sabios ni infalibles, por eso confiamos en el pueblo la realización de la tecnología económico-social-institucional con la que mejorar la calidad de vida. Planteamos una democracia participativa en la que el poder se encuentre en manos de las mayorías, con responsabilidad individual y colectiva, asignando el deber a cada uno, conforme su capacidad, y otorgándole bienes y servicios, según su necesidad.
El drama nacional pasa por el parasitismo, empezando por la oligarquía asociada en distintas entidades “empresariales”. Hay que observar que esta clase privilegiada, poco a poco, retomó las riendas del poder, después de haberlo perdido en 1983. Eso les permitió ejecutar su política entreguista, neoliberal: deuda fraudulenta, desguace del Estado, privatizaciones, especulación financiera, etc., con sus consecuencias lógicas: concentración de la riqueza en pocas manos y empobrecimiento de las mayorías.
Agreguemos que el pueblo, al confiar en sus representantes, olvidó que en el mismo instante en que se sientan en los confortables sillones de la representación, adquieren parte de los vicios de los sectores del privilegio. Sea en la política, la justicia, las asociaciones gremiales, empresariales, en la burocracia estatal, etc.
El Socialismo plantea al trabajo como la fuente fundante de la sociedad. Por eso nuestro corazón está junto al pueblo trabajador. Por eso seguimos sosteniendo que la tierra y el trabajo son el origen de la riqueza. Por eso para volver a poner las cosas en orden hay que combinar dos acciones: terminar con el parasitismo y enaltecer el trabajo.
Desde lo político, el Socialismo es una construcción democrática, colectiva y participativa. Los de arriba tienen intereses fundados en que no prospere. Para eso van conformando una plutocracia, con todas las armas disponibles y luchando en todos los frentes: político, ideológico, propagandístico, banalización del consumo, vicios, etc.
Los de abajo, en cambio, deberíamos tener predisposición para su avance. Para eso deben concurrir varios factores. Liberarse de las falsas ideas transmitidas desde el régimen, asumir con claridad la defensa de nuestros intereses y manifestar, con voluntad, la intención de “retomar la senda democrática” en todos los órdenes. Para que la democracia argentina resulte en un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
El Socialismo es la defensa irrestricta de la dignidad humana. Su método es la democracia y su finalidad la libertad creadora fundada en el trabajo. Por eso decimos que: “mientras el capitalismo es la libertad para pocos, el socialismo es la libertad para todos. El socialismo es libertad”.