Señalaba Ibarguren que muchos argentinos no conocen cabalmente el verdadero significado y alcance de la intervención de Francia y Gran Bretaña en el Río de la Plata, y la defensa que ante ello se ejerció por el gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, “en guerra unas veces y en difícil acción diplomática siempre, hasta el glorioso triunfo obtenido con el tratado del 24 de noviembre de 1849”. Por ello cabe remarcar que “la intervención imperialista de las grandes potencias europeas, Francia e Inglaterra, en el Río de la Plata, se desarrolló en un largo y complejo proceso que duró cerca de doce años, a través de reclamaciones enérgicas, de bloqueos, de expediciones bélicas, de combates navales, de intrigas políticas, de alianzas de argentinos enemigos de Rosas con los extranjeros invasores y de complicadas gestiones diplomáticas”.
Por Jorge Francisco Cholvis para Argentina en Red
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El largo y complejo proceso de la intervención imperialista
Francia e Inglaterra se disputaban el dominio del Río de la Plata1. Inglaterra -señala Ibarguren– había conseguido predominar con su comercio desde la revolución de Mayo de 1810, a la que había estimulado ejerciendo en Buenos Aires una considerable gravitación política y económica. Francia con su intervención en el año 1838 intentaba el objetivo fundamental de desplazar a la influencia británica. Implantar de manera estable en el Río de la Plata su predominio político y económico bajo una forma, disimulada o no, de protectorado o de colonización. Rosas, que había obrado con inflexible firmeza y a la que había estimulado ejerciendo en Buenos Aires una considerable gravitación política y económica y habilidad consumada en su diplomacia, procuró el apoyo de Gran Bretaña cuyos intereses estaban en pugna con los de Francia, y obtuvo la conclusión favorable del conflicto.
Es oportuno recordar las palabras de San Martín, expresadas el 8 de agosto de 1838, al enterarse por los papeles públicos del bloqueo que el gobierno francés había establecido contra nuestro país; y apreciando en toda su importancia esa actitud bélica como una guerra imperialista, ofrece sus servicios a Rosas:
““Si Ud. me cree de alguna utilidad espero sus órdenes, y tres días después de
haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la patria honradamente en cualquier
clase que se me destine, y concluida la guerra me retiraré a mi rincón”.
Y en otra carta del 10 de julio de 1839, refiriéndose a esta guerra a la que califica de “tan violenta como injusta”, le expresa lo siguiente:
“Lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria (se refiere a los unitarios) y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la
dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.2
Otra etapa de la intervención armada de Francia e Inglaterra tan estimulada y requerida por los unitarios, que con tal de derrocar a Rosas no vacilaban en recurrir a cualquier medio, se inicia en el año 1845. Los diplomáticos de estas potencias
intimaron a Rosas para que las fuerzas argentinas evacuaran el territorio de la Banda Oriental y que la escuadrilla del almirante Brown levantase el bloqueo de Montevideo. Los barcos de guerra ingleses y franceses seguían llegando al río de la Plata. En julio, los ministros británico y francés, Ouseley y Deffaudis estaban ya en Buenos Aires, tratando de convencer a don Juan Manuel de que las tropas argentinas debían retirarse de la Banda Oriental y también Oribe, no
obstante que este dominaba su país por entero. Para ellos había llegado el momento en que el río Paraná abriera bien grande sus puertos a Francia e Inglaterra que le traerían la civilización.
Aberdeen -dice John F. Cady- se disponía a establecer en la Argentina, como lo había hecho recientemente en China, el sagrado dogma británico del divino derecho de comerciar. “Rosas encaraba al francés y al inglés, y lejos de amilanarse, les hablaba con decisión y no hacía mal papel como diplomático. Lo cierto es que la tentativa de los comisionados se rompió ante la energía indomable del gobernador, aunque desafiaron al decir que no admitirían a Oribe como presidente legal del Uruguay ´ni aún elegido´. Pero Rosas se mantuvo “inflexible”.3
El gobierno de Buenos Aires no accedió a dichas pretensiones y expidió los pasaportes a los representantes diplomáticos de Inglaterra y Francia, Ouseley y Deffaudis; y con formidable energía en defensa de la patria, Rosas sostuvo la independencia de esta parte de América frente a la acción imperialista de las poderosas monarquías europeas.4 Ante esa digna respuesta los agresores se dispusieron a la vía armada para forzar a la Confederación. Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires y encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación, puso al frente de la defensa del territorio nacional al general Lucio N. Mansilla, quien tendió tres enormes cadenas atravesando el imponente Paraná de costa a costa sostenidas en 24 barquitos, diez de ellos cargados de explosivos. Detrás de todo el dispositivo, esperaba heroicamente a la flota más poderosa del mundo una goleta nacional.
A mediados de noviembre de 1845, quince buques de guerra ingleses y franceses, bien armados y tripulados, varios de ellos movidos a vapor, que integraban “con mucho la fuerza naval más considerable vista hasta entonces en el Río de la Plata”, empezaron a remontar el Paraná. Otros llegaron después: todos debían concurrir a violar y ofender la soberanía argentina para mayor provecho de los dos países más poderosos y ricos del mundo: Francia e Inglaterra. Y del grupo de unitarios, roídos por el odio y la codicia, que había sacrificado a Dorrego5 .
Fue así que el 20 de noviembre de 1845 noventa buques mercantes remontaban las aguas del Río Paraná custodiados por una poderosa flota de barcos de guerra ingleses y franceses, con casi cien cañones a bordo. La presencia extranjera pretendía forzar el libre comercio en el Litoral y el Paraguay, y el libre tránsito por el estuario del Plata y los ríos interiores pertenecientes a la cuenca del mismo, sin solicitar la autorización del gobierno argentino y utilizar a Montevideo como una factoría comercial para ambas potencias. Juan Manuel de Rosas, rechazó todas las intimidaciones de las potencias europeas. Su decisión fue resistir, no inclinarse. En un recodo del Río Paraná, cercano a la actual ciudad de San Pedro,
en la provincia de Buenos Aires se dispusieron 2.200 hombres, soldados regulares y gauchos, y 35 piezas de artillería dirigidos por el general Lucio N. Mansilla.
Las batallas que tuvieron lugar en la Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845)6 y en Punta del Quebracho (4 de junio de 1846), donde el general Lucio N. Mansilla enfrentó a las fuerzas navales franco-inglesas, y en las que nuestros artilleros combatieron con heroicidad y coraje ante un enemigo con un poder de fuego muy superior,
demostraron al invasor cómo la resistencia de un pueblo decidido tornaría imposible que lograra su objetivo por el camino emprendido. Al inicio de la agresión las naves invasoras habían alcanzado a pasar Obligado y llegaron hasta Corrientes, pero fueron hostigadas siempre en su paso frente a las barrancas santafecinas. Aunque pudo franquear el paso hacia Paraná al norte el enemigo no logró ocupar las costas, por lo cual no logró ese vital objetivo estratégico.
¿Cómo finalizó esa incursión imperial, ante la resistencia de las fuerzas de la Confederación? Meses después de Obligado, luego de haber esperado el viento norte necesario que les permitiese pasar rápido ante los defensores patriotas, regresaban las naves invasoras; esa poderosa expedición de las potencias europeas que regresaba del Paraguay después de haber forzado el paso en la Vuelta de Obligado, con sus buques de guerra portando poderosos cañones y guareciendo numerosos buques mercantes. Pero, en Punta del Quebracho, con pequeños cañones de 8 libras los patriotas les hundieron dos buques de guerra, varios buques de carga y el desorden originado por el fuego certero de los argentinos provocó colisiones entre los barcos intrusos, de forma tal que éstos debieron aligerar las cargas con las pérdidas correspondientes y el desorden fue total. El caos se apoderó de las embarcaciones, y en su tentativa de huir algunas vararon y sufrieron duramente el fuego criollo.
“El desastre franco-inglés fue de tal magnitud que ambas potencias decidieron no enviar más expediciones, con lo que podemos afirmar con orgullo argentino que ese día se reafirmó la
independencia nacional”7 .
Rosas surgió ante la opinión serena e imparcial de América y de Europa como el sostenedor del principio republicano ante la tentativa imperialista y los ataques de las poderosas monarquías europeas. Las que también en esa época realizaron actos similares en otros países y en los distintos continentes, para justificar lo cual invocaron los
más variados argumentos.
Estos hechos exaltaron el sentimiento patriótico en la Confederación Argentina, fortaleciendo al gobierno de Rosas que con tanta firmeza defendía el honor y la independencia de la patria. El gobierno de los Estados Unidos abrigaba también esta opinión.
“Cordialmente deseamos el éxito de la República Argentina en su lucha contra la intervención extranjera”, escribió el Secretario de Estado Buchanam8 quien sin duda veía en la Argentina una nación americana que luchaba por liberarse de la opresión europea y que era acreedora al apoyo moral de los Estados Unidos.9
Es importante recordar asimismo los términos con que entonces el general San Martín, en otra carta del 8 de agosto de 1848, refiriéndose al combate de la Vuelta de Obligado, le manifestó su reconocimiento a Rosas por su férrea defensa de la soberanía: “Los interventores (Francia e Inglaterra) habrán visto que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca… Esta contienda, en mi opinión, es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de España”10 . También entiendo útil recordar los términos que el N° 23 del “Archivo Americano” en el Editorial que incorpora respecto a la “Vuelta de Obligado”, con conceptos de suma actualidad aún no obstante el cambio de circunstancias y vías que se pueden utilizar para la agresión exterior, advertía:
“Hay una gran diferencia entre los derechos que sostienen la Confederación Argentina y los que alegan la Inglaterra y la Francia. Los primeros se fundan en un carácter de nación soberana e independiente, que estas dos potencias le han reconocido por los mismos tratados que invocan; y los segundos son inexistentes (…) El bloqueo de los puertos Argentinos es uno de los abusos más escandalosos de fuerza que se hayan cometido por estas potencias, cuya historia está llena de atentados, contra los derechos y la libertad de los pueblos (…) Ya no se trata de saber si se ha de constituir el país bajo el
principio de unidad, o el de federación: la cuestión ha tomado un carácter más grave desde que los extranjeros se han presentado con cañones de ochenta para decidirla. Seremos, o no seremos independientes, esto es lo que se discute ahora, y poco importa que sean Argentinos, Orientales, Franceses, Italianos o Ingleses, los que intervienen en este debate. Los que sostienen, con las armas en la mano que la Confederación Argentina no tiene todas las prerrogativas de un estado soberano, libre e independiente; los que se mofan de sus reclamaciones; los que, como los Ministros y Almirantes de Inglaterra y Francia lo han practicado, la traban en el ejercicio legítimo e incontestable de sus derechos; todos ellos, sin discriminación alguna, son enemigos de nuestra independencia, y ninguna transacción puede haber con ellos mientras conserven esa pretensión. Los que miran a la independencia del país como a una región de comercio, que puede ofrecerse al que se presente para comprarlo, deben ser excluidos de la sociedad de los americanos (…)11
Finalmente, el ministro plenipotenciario británico en Buenos Aires, Mr. Southern y el almirante francés Le Predour fueron los encargados por sus gobiernos de ajustar con el de Buenos Aires una convención de paz y comercio. Después de prolongadas y dificultosas tratativas diplomáticas la Gran Bretaña firmó con Rosas el Tratado del 24 de noviembre de 1849, por el cual esa potencia formuló trascendentes reconocimientos jurídicos y políticos de nuestra soberanía: el inmediato levantamiento del bloqueo contra Buenos Aires; el retiro de tropas extranjeras del Río de la Plata; evacuar la isla de Martín García; devolver los barcos argentinos que apresó y en el mismo estado que tenían cuando se tomaron; saludar como homenaje a la bandera Argentina con 21 tiros de cañón; y reconoció la navegación del río Paraná como interior, no sujeta a los reglamentos internacionales, sino a los de la Confederación; lo mismo que la del Uruguay, en común con el Estado Oriental12 . Por su parte, Francia el 31 de agosto de 1850 concluyó con el gobierno argentino una convención de paz y amistad con declaraciones y reconocimientos análogos (Arana-Le Predour)13 . Este tratado quedó sujeto a la ratificación del gobierno francés; pero, así como la convención Arana- Southern, firmada en noviembre de 1849 fue ratificada en diciembre de ese mismo año por el gobierno inglés, la que se firmó con Francia en agosto de 1850 estaba destinada a no ser objeto de ninguna ratificación.
Es de tenerse en cuenta que “los hombres de Montevideo, ante la posibilidad de la cesación del subsidio francés como consecuencia de la reciente convención, autorizaron a Andrés Lamas para gestionar del Brasil, en obsequio de Montevideo, un socorro en dinero –tratado Lamas-Evaristo Souza, septiembre de 1850-” 14. A esto siguió la ruptura de relaciones de la Confederación Argentina con el Brasil y luego el pronunciamiento de Urquiza. Muñoz Azpiri expresa, que “el derecho de cerrar los ríos a la navegación extranjera lo ejercitaban por entonces Francia, los Estados Unidos, Brasil y la propia Inglaterra“. La Argentina no sólo estaba autorizada por las leyes de los mares para reglamentar los viajes a través de los cursos de agua de su país, sino inclusive para cerrarlos a los pabellones extranjeros; y en el propio recinto de los Comunes se admitía que era justo se respetaran “los derechos de la Confederación sobre esa parte del territorio, considerando que la desembocadura del Río de la Plata es una pertenencia de la Confederación Argentina y no un brazo de mar”. Con palabras que toma “prestadas a un diputado inglés”, y que resonaron en los Comunes, -remarca- toda la intervención resultó ´un acto criminal´. Y el mérito de la Convención Arana-Southern o Paz de Obligado consistió en reparar dicho crimen”15 . En la Introducción a la publicación del detallado “Informe de la Estación Naval Británica en el Río de la Plata (1843 1849)”, Ernesto J. Fitte expresa que “la Confederación obtiene entonces el reconocimiento de su soberanía sobre los ríos interiores, de la que quisieron despojarla por la fuerza”16.
Rosas obtuvo así, un completo triunfo diplomático, después de haber salvado con honor la dignidad y la independencia de su país.
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- Carlos Ibarguren, “La intervención imperialista en el Río de la Plata. Centenario de un tratado glorioso”, Mendoza, 1950, pág. 9; véase “Registro Oficial del Gobierno de Buenos Aires”, Libro vigésimo-nono, 1850, Buenos Aires, Ymprenta del Estado, Núm. 1 y 5, Libro 29, de enero y mayo de 1850, págs., 81/87. ↩︎
- Conf., Carlos Ibarguren, ob. cit., pág. 13.
↩︎ - José Luis Busaniche, “Historia Argentina”, Solar-Hachette, Buenos Aires, 1965, pág. 591. ↩︎
- Conf., Carlos Ibarguren, ob. cit., pág., 9. ↩︎
- Conf., José Luis Busaniche, ob. cit., pág. 593. ↩︎
- A iniciativa de José María Rosa y por medio de la Ley N° 20.770, se ha instaurado el 20 de noviembre como
Día de la Soberanía Nacional, en conmemoración de la batalla librada en la Vuelta de Obligado. ↩︎ - Conf., Capitán de Fragata I. M. ® Miguel V. García, “Imperialismo siglo XIX”, La Nación del 30 de julio del
2000. ↩︎ - “Diplomatic Correspondence of the United States, Inter-American Affair, 1831-1860”, vol. I, Argentine,
Buchanam a Harris, 30 de marzo de 1846 ↩︎ - Conf., H. S. Ferns, “Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX”, Solar-Hachette, Buenos Aires, 1966, págs. 255
y 271 ↩︎ - Conf., Carlos Ibarguren, ob cit., pág. 26. ↩︎
- Conf., “Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo. Primera Serie 1843-1847”. Compilación,
estudio preliminar y notas de Paula Ruggeri, Ediciones Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2009, págs., 305/307.
Esta edición contiene además una serie de Documentos sobre la Vuelta de Obligados, en las páginas 316/330. ↩︎ - Conf., Carlos Ibarguren, ob. cit., págs., 27/28; H. S. Ferns, ob. cit., pág. 283; véase “Registro Oficial del
Gobierno de Buenos Aires”, Libro vigésimo-nono, 1850, Buenos Aires, Ymprenta del Estado. Núm. 1 y 5 de
enero y mayo de 1850, págs., 81/87. ↩︎ - Véase, Carlos Ibarguren, ob. cit., en donde se desarrolla con amplitud los términos del memorable tratado. ↩︎
- José Luis Busaniche, “Juan Manuel de Rosas”, Editora Theoría S.R.L., Buenos Aires, 1983, pág. 98. ↩︎
- José Luis Muñoz Azpiri, “Rosas frente al Imperio Británico”, Theoría, Buenos Aires, 2ª edición, 1974, pág., ↩︎
- Véase, Academia Nacional de la Historia, “Informe de la Estación Naval Británica en el Río de la Plata
(1843-1849)”, facsímile, en idioma inglés, Biblioteca de Publicaciones Documentales, Tomo VI, Buenos Aires,
1971. ↩︎