La soberanía nacional y sus irrenunciables principios (3)

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Glorioso final de una etapa….

El 24 de noviembre de 1849, se firma la Convención de Paz entre la Confederación Argentina y S. M. B., y fue ratificado por la Reina Victoria en nota suscrita en el Palacio de Buckingham el 14 de febrero de 1850; lo cual también fue realizado el día 10 de mayo de 1850 por Juan Manuel de Rosas después de haber dado cuenta de la “Convención a la Junta de Representantes” y obtenido su aprobación y pleno poder para ratificarla”1 . Habían quedado reconocidos los derechos por los que había luchado con firmeza la Confederación Argentina. Sin embargo, cuando Francia e Inglaterra en 1850 levantan el bloqueo del puerto bonaerense la situación ocasionó un cambio notable. Entonces fue Brasil quien se inquietó ante la posibilidad del triunfo de Oribe y que Rosas consolidara su dominio sobre las dos márgenes del Río de la Plata. Brasil rompió sus relaciones con la Federación y los antirrosistas hallaron un nuevo aliado2.

Jorge Francisco Cholvis para Argentina en Red

Parte 3

…y comienzo de nuevos conflictos

El Imperio observó que, contra sus previsiones, si el gobierno argentino salía airoso de una contienda que amenazaba cambiar la geografía política del Plata le dejaría graves consecuencias; lo cual también ponía en evidencia la respetabilidad que adquiriría la Confederación Argentina, después de haber el general Rozas firmado con aquellas dos grandes potencias tratados honrosísimos, que dejaban a salvo la independencia nacional y el principio republicano amenazados; por ello, el Imperio temió por sí mismo y no pudo avenirse con que a su lado se levantase una república de la cual los estadistas y diaristas yankees decían en esos días que sería en lo futuro una rival de los Estados Unidos. Entonces el Imperio acentuó su política. Así fue que a partir del año 1850 se propuso derribar el gobierno de Rozas y proseguir su acariciado plan de retacear la Confederación Argentina3 .

Rosas y la Confederación Argentina


En diciembre de 1850 quedaban rotas las relaciones con el Brasil. Y según toda lógica, la Confederación Argentina ordenaría inmediatamente la movilización general. La misma equívoca situación de Urquiza parecía aconsejarlo, en mira de sortear el peligro intestino con el riesgo exterior. Apenas se tuvo conocimiento en Río de Janeiro de la firma del tratado Arana-Southern, el barón de Jacuhy invadió con fuerzas brasileñas el territorio oriental. “Rosas protestó y las fuerzas de Oribe se trabaron en lucha con el invasor”.

Se murmuraba ya con mucho fundamento que el gobernador de Entre Ríos, general Justo José de Urquiza, tenía parte en esta nueva conflagración. El general Guido, ministro argentino en Brasil, presentó un memorial al gobierno del Imperio, en que se le hacían cargos por su intervención en el Paraguay, cuya independencia había reconocido, y por las incursiones de tropas brasileñas en el Estado Oriental”. 4

Las provincias de Entre Ríos y Corrientes carecían de recursos para mantener un ejército capaz de enfrentar a las tropas de Buenos Aires. Buscan por tanto, conseguir alguna adhesión de peso que les otorgue las fuerzas necesarias. En este sentido, fue que consideraron esencial contar con las de Brasil, aunque deban resignar parte del control de las operaciones militares. Lo cual, “mirado del punto de vista del honor nacional, era de difícil justificación”5 .



El gobierno de Montevideoopuesto a Oribe, también formó parte de la alianza que termina por concretarse el 29 de mayo de 1851. En efecto, ese día los señores Silva Pontes, Manuel Herrera y Obes, y Antonio Cuyás y Sampere, firmaron el tratado de alianza ofensiva y defensiva entre el imperio del Brasil, el gobierno de Montevideo y el Estado de Entre Ríos6.

“Se estipuló que el gobernador de Entre Ríos, general Justo José de Urquiza dirigiera las operaciones militares contra Rosas; el Brasil cooperará con una división de tres mil infantes, un regimiento de caballería y dos baterías de artillería con todos los elementos necesarios y la escuadra imperial prestará su ayuda; el Presidente Oriental suministrará una fuerza de dos mil hombres de las tres armas, abundantemente provista”.7

Don Juan Manuel de Rosas y general Justo José de Urquiza

Indudablemente, el imperio del Brasil conquistaba, como consecuencia de ese tratado, la posición más ventajosa, recobraba su ascendiente sobre el territorio del Estado Oriental y arremetía contra Rosas a quien miraba como el enemigo de la política imperial8Por ese tratado de alianza contra Rosas se garantizaba la libre navegación de los
ríos argentinos a los países ribereños de la Cuenca del Plata, la independencia del Uruguay e implícitamente la del Paraguay, desde que se estipulaba que este país sería invitado a adherirse a la alianza.

Este Tratado tuvo su complemento con la posterior convención celebrada entre los gobiernos de los Estados de Entre Ríos y de Corrientes, el emperador del Brasil y el gobierno de la República Oriental, según la cual los aliados declaran la guerra “al gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, para liberar al pueblo argentino de la opresión que sufren bajo su dominio tiránico”. Lo cual hace ineludible señalar también que la gravitación decisiva del Brasil en la Banda Oriental y en el Río de la Plata como consecuencia de la batalla de Caseros, llevó años después a que nuestro país intervenga en acontecimientos internacionales infaustos para nosotros8 y el pueblo paraguayo, como fue la denominada
guerra de la “Triple Alianza”.

Sampay expresó que “la clausura de los ríos confluentes al estuario del Plata y el fijar al puerto de Buenos Aires como el lugar por donde únicamente podían realizarse las importaciones y exportaciones ultramarinas que el gobierno de Rosas había establecido, iba a suscitar su derrocamiento”. Entendía que al no hallarse sellada por una Constitución nacional la unidad política y económica del país, la fuerza de las cosas determinaría que las provincias del litoral, ahogadas por el enclaustramiento fluvial, recobrasen la soberanía internacional que les reconocía el Pacto del 4 de enero de 1831 y concertaran alianzas bélicas con los países limítrofes también afectados por el cierre de los ríos9 .

“La campaña de los aliados se inició primeramente contra el general Oribe, en cumplimiento de lo acordado el 29 de mayo de 1851. La mayoría de los jefes que estaban bajo las órdenes de Oribe se plegaron a Urquiza, y aquél entregó sus fuerzas a éste, firmando, el 8 de octubre de 1851, la capitulación por la que se reconocía los servicios prestados por Oribe y sus subalternos a la República Oriental, se consideraban legales los actos gubernativos ejecutados por él en el territorio que ocupó militarmente y se declaraba que no había vencidos ni vencedores. Desaparece Oribe de la escena y su ejército se incorpora al de los aliados, que emprendieron la guerra contra Rosas. La escuadra brasileña, que podía dominar los ríos argentinos, transportó tropas, cooperando a la invasión. Urquiza atravesó el Paraná sin encontrar mayores resistencias, como tampoco se le opusieron en su marcha hacia Buenos Aires” 10.

Se piensa que Rosas en estas circunstancias no adoptó las medidas defensivas adecuadas, ni contó con el Jefe militar que condujera las fuerzas de la Confederación y delineara la estrategia militar que la grave situación requería. Y así fue que se inició el tormentoso año de 1851. En un principio no se le daba mucho crédito a Urquiza. El propio Rosas no creía que representara una amenaza importante, a tal punto que no ordena ningún movimiento hasta mediados de noviembre de 1851. Pero a fines de ese mes, el Ejército Grande Aliado cruzó el Paraná y en Santa Fe, la autoridad de Echagüe se derrumba; Rosario se pronuncia contra Rosas, y ya en territorio de Buenos Aires, San Nicolás se pliega al pronunciamiento. La defensa de la ciudad de Buenos Aires es tardía y no se observó mayor resistencia al desembarco de los aliados11.

Saldías pone en evidencia que en el año 1851 el gobierno de Rozas consiguió lo que no había conseguido ningún gobierno en Buenos Aires: “saldar favorablemente para el Estado las cuentas de la Administración, pagando las deudas, cubriendo todos los servicios y atendiendo las necesidades. Ya se comprende, pues, que en medio de tan próspera situación financiera, que resiste con ventaja la comparación con cualesquiera de las que se han sucedido en Buenos Aires hasta los días en que escribo, no eran los recursos lo que le faltaba al gobierno de Rozas. Lo que faltaba era una cabeza que se diese cuenta cabal de la situación, y fiase á manos expertas la organización de los elementos para dominarla”12 .

El general Rosas no era en esos momentos el mismo hombre que afrontó la intervención y la guerra anglo-francesa. Entonces previó, calculó, midió la magnitud del peligro, y desarrolló una actividad prodigiosa para poner todo el país en pie de guerra, y al mismo tiempo para seguir en múltiples corrientes la diplomacia de los gobiernos comprometidos en la cuestión, a fin de obtener los resultados favorables que obtuvo en esa época, y en los que pensar era locura, al sentir de los que fiaban naturalmente en la fuerza de las dos potencias europeas. En 1851 el general Rozas no era siquiera el hombre que imaginaba el Brasil. El mismo se labraba su caída propiciándole á su enemigo facilidades en las que éste lejos estaba de confiar. Se diría que se encontraba en ese momento sicológico de los que se han connaturalizado con el poder, que nunca se creen más fuertes que cuando van a caer13.

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  1. “Registro Oficial del Gobierno de Buenos Aires”, Libro vigésimo-nono, 1850, Buenos Aires, Ymprenta del
    Estado, Núm. 5. Lib. 29, págs., 86/87. ↩︎
  2. Conf., José Luis Romero, “Breve Historia de la Argentina”, Eudeba, Buenos Aires, 1965, pág. 48. 21. También véase: José María Rosa, “Historia Argentina”, Tomo V, La Confederación (1841-1852)”, Editor
    Juan C. Granda, Buenos Aires, 1967, Intervención Anglo-francesa, pág. 170 y sgtes. ↩︎
  3. Conf., Adolfo Saldías, “Historia de la Confederación Argentina. Rosas y su época”, Tomo III, Editorial Juan
    Carlos Granda, Buenos Aires, 1967, pág., 348. ↩︎
  4. José Luis Busaniche, “Juan Manuel de Rosas”, Editora Theoría S.R.L., Buenos Aires, 1983, pág. 97. ↩︎
  5. Adolfo Saldías, ob. cit., pág. 371. ↩︎
  6. Adolfo Saldías, ob. cit., pág. 372. ↩︎
  7. Carlos Ibarguren, “Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo”, Editorial Sopena, Buenos Aires, 1ª
    edición, 1938, pág., 172; publicado también por Frontispicio, 12ª edición Buenos Aires, 1955, pág., 348. ↩︎
  8. Conf., A. Saldías, “Historia de la Confederación Argentina”, Tomo V. ↩︎
  9. Conf., Carlos Ibarguren, “La intervención imperialista en el Río de la Plata. Centenario de un tratado
    glorioso” (apartado de la Revista de Historia). Mendoza, 1950, pág., 31. ↩︎
  10. Conf., Arturo E. Sampay, “Las Constituciones de la Argentina. 1810/1972”, Eudeba, Buenos Aires, 1975,
    pág. 39. Véase asimismo, Arturo E. Sampay, “Las ideas políticas de Juan Manuel de Rosas”, Juárez Editor,
    Buenos Aires, 1972, donde ampliamente desarrolla el tema. ↩︎
  11. Carlos Ibarguren, “Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo”, Editorial Sopena, Buenos Aires, 1ª
    edición, 1938, pág., 173; publicado también por Frontispicio, 12ª edición Buenos Aires, 1955, pág., 349. ↩︎
  12. Conf., Carlos S. A. Segreti, “Desacuerdos y enfrentamientos políticos”, en “Nueva Historia de la Nación
    Argentina”, Academia Nacional de la Historia, tomo IV, La configuración de la República Independiente. 1810-
    1914, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2000, pág. 422 ↩︎
  13. Adolfo Saldías, “Historia de la Confederación Argentina. Rozas y su época”. Tomo III, Editorial Juan Carlos
    Granda, Buenos Aires, 1967, pág., 404 

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