Ciertos días de 2004

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Por Dafne Martínez para Argentina en Red

Audio del poema en voz de la poeta hacia el final

Sonic, lo único bueno de mi pubertad,

no murió por mis pecados

porque no había pecados

que ameritaran tal cosa

sólo científicos gordos

máquinas asesinas y anillos

Había, eso sí, dolor

había los miércoles por la tarde

llenos de risa

azotando mi espalda

llenos de muslos y piernas y manos

que se deslizaban torpes

por la falda imaginaria

que bordaban los libidinosos sueños

de mis agresores

había también

la angustia de la vida cero

de la vida última

siempre al borde del abismo

del anillo último

el último ring

de la avispa mecánica

llena de envidia

que te quería eliminar

porque tú sí eras real

había también

ciertas burbujitas

que te podían salvar la vida

en los niveles con agua

una burbuja siempre hacía la diferencia

En la vida real

no sé cuál es mi burbuja

pero la busco y la sueño

y a veces la encuentro

dentro de la poesía

y a veces no

entonces, pienso

que pronto me ahogaré

seré un cadáver de bytes

junto a un pixel lastimado

un cuadro roto

en una pantalla oscura

que se desvanece, lenta,

llena de lama

que se vuelve

una ciudad

de los gusanos

huesos de un erizo azul

que alguna vez corrió

más allá de la muerte.

En este punto, se hace necesaria la palabra de la poeta y escritora mexicana, Paula Muñoz Inclán, quien efectuó la presentación de Shibari, poesía de Dafne Martínez (Editorial Palíndroma, 2024).

Y así fue que…: Acerca de Shibari

“Entrego un registro de mi lectura de este libro poderoso y bello, con mi agradecimiento y reconocimiento a la poeta. El primer poema, “Ciertos días del 2004”, no es una remembranza o reflexión sobre una circunstancia lejana. Yo diría que es una voz que supo mantenerse viva y se presenta por su edad: “soy un poema en un libro, pero antes, ciertos días del 2004”.

Un poema necesario es convertir el espacio al que fuimos arrojadas, en un mundo propio. No es denunciar la falsa institución que divide lo cierto de lo falso, es mirar cómo lo uno se escapa entre los dedos de lo otro.

A pesar del tiempo y del destino y de la muerte, darse un espacio.

De pronto, recuerdo mi encuentro con la poesía. En el acto tan predispuesto de leer, las letras comenzaron a retar el orden del mundo, y en mi desconcierto solamente atinaba a revisar el libro, la autoría, el título otra vez… ¿cómo me metí en esto?, volvía a leer el verso, el poema. Varias veces. Hasta entender mi determinación de hacer mi propio cagadero.

Totalmente distinta, Dafne, en su tremenda elegancia, toma su arrebato y lo sienta, y lo hace aprender el idioma que a ella le inspira más placer en ese momento.

Personajes diseñados, representaciones de un mundo particular, son entendidos y amados por esta autora, como criaturas que son. Luego nos conduce a experimentar la existencia a través de estas criaturas y nos demuestra que la vida es un accidente del que nadie se va a hacer responsable, y por lo tanto, ‘ante la ley’, a nadie pertenece.

En el mundo de las personas que dedican su vida a pensar en el mundo y escribir al respecto para suscribirse en una tradición científica o filosófica: la materia del ser fantástico se hace pesada, lo suficientemente pesada para chocar. Aquí se conjura la muerte del Estado por el poder del orgasmo. Se elige la vida o como se quiera llamar a donde una fue arrojada. Y se le asume. ‘La voz’ se apodera de ‘la vida’… Mi vida, yo diría: la atadura entre mis ojos y mi espalda. Y un séptimo capítulo “De la naturaleza de mi poesía”, termina diciendo:

cuando comencé a escribir

ya estaba atada.

Donde la poeta decide que sus dogmas merecen compartir con ella la muerte y el placer.

Donde la poeta establece sus propios mandamientos de la ley de Dios y son redentores y son tres.

Tanto el silogismo como el diagnóstico, se deben al poema.

Convocar el tono con el que fueron creados los rezos que se nos hizo memorizar y repetir sólo para demostrar que se puede decir verdad con otras palabras y a pesar de aquéllas.

En determinado momento del libro, unos cuatro capítulos envueltos en ello dentro de “De la naturaleza de mi poesía”, el formato libro da, el formato libro quita. Dafne no se somete al formato y diseña un acto performático del que somos partícipes con la mano, al darle vuelta a las páginas, para terminar con la sensación de haber ofrecido la mano y entregado la pata.

Esta poeta se roba la poesía, la somete y sin romperla nos la muestra de una forma para la que no fue creada, o eso creímos. Eso creí.

Nos da el infierno. Y la sorpresa del cielo. Y el cielo. ¿Quién pudiera tomar la sombra a tu lado, Dafne? Tomar la sombra de la naturaleza amorosa de tu poesía.

Este libro termina con un poema que en esta situación se siente un poema simplemente y que no es el primero ni el segundo que tiene una música genial, ni el primero ni segundo en que Dafne nos deja ver cómo suelta tradiciones (religiosas, filosóficas) para entregarse a la experiencia de ser humana.

Me siento muy afortunada por haber leído este libro y por haber vivido a través de su lectura, una vez más, mucho más. Y tal como la primera vez que te escuché hablar, Dafne, sigo pensando que todo lo que sale de tu boca son florecitas. Las flores del mal”.

MiniBío:

Dafne Martínez nació en Aguascalientes (México) en 1991. Es poeta y narradora, y egresó de la Licenciatura en Comunicación y Periodismo por la Universidad Autónoma de Querétaro. Su obra, Shibari, fue editada por Editorial Palíndroma, y la presentó en varios estados de México, como Monterrey, Guadalajara, Querétaro y también en la Librería Educal del Centro Educativo y Cultural del Estado de Querétaro “Manuel Gómez Morín” para conmemorar los 21 años de la Librería.

Imagen de tapa de la obra de Dafne Martínez

Dafne Martínez, mujer trans, escritora y poeta nacida en Aguscalientes, México, (1991).

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