Homenaje a Osvaldo Bayer

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Homenaje a Osvaldo Bayer – Inauguración del Aula “Che Guevara”
Facultad de Filosofía y Letras – Aula 218 – 27 de junio de 1998

Pre-texto: Derribar un monumento para interpelar una memoria (2025)

El reciente derrumbe del monumento a Osvaldo Bayer en la Patagonia no constituye un mero acto de vandalismo: es una operación simbólica que pone en tensión la disputa por el sentido. Porque no se atenta contra una figura de bronce, sino contra una memoria incómoda, contra una palabra que todavía interpela.

El cuerpo ausente de Bayer —ya devenido texto, archivo, gesto— es vuelto a violentar en ese espacio que él mismo recorrió, investigó y dignificó con su escritura. Derribar su imagen es un intento de clausurar el debate que él abrió con lucidez y valentía: el de la justicia, el de la historia escrita desde abajo, el de las voces silenciadas.

Pero la materialidad del monumento no agota la potencia de su legado. Osvaldo Bayer sigue inscribiéndose en las aulas, en los libros, en las conciencias que eligen no pactar con el olvido. En todo caso, este acto reactiva su presencia, la reescribe en clave de resistencia y nos obliga, una vez más, a leer críticamente los discursos que pretenden borrar lo imborrable.

Homenaje y Promesa (o Premisa):

El director del Museo Ernesto Che Guevara, Prof. Eladio González, se expresó así sobre la inauguración del Aula “Ernesto Che Guevara” junto al Prof. Osvaldo Bayer y a otros convocados:

“Para nosotros fue un verdadero examen. Hacía años que lo esperábamos y llegó para calificarnos de “aula”, y finalmente para regalarnos, con su voz, la reiteración de las palabras con las que inauguró el aula Che Guevara en la Facultad de Filosofía y Letras. Lo escuchamos con unción y aplaudimos a rabiar”. El diploma que le entregamos decía:


A Osvaldo Bayer, por ser el vengador de nuestra Argentina trágica.

Fue en nombre de todos los argentinos y de todos los seres humanos —porque Osvaldo es universal en su actitud— que le dimos lo que más queremos: el Museo, con la simbólica llave, que agradeció tan cálidamente al firmar, uno por uno, los 150 ejemplares del acta que los presentes se llevaron como un tesoro a sus casas.

La lapicera con la que firmó las actas —tanto el original como las 149 copias— fue enviada a Camagüey, una provincia cubana, y allí quedará para la historia en el Museo del Bolígrafo.

Gracias por tu cátedra de humildad, Osvaldo, al honrarnos con tu visita, cerró el Prof. Eladio González “Toto”.

Estas fueron las palabras del compañero Miguel A. Lafuente:

“Presentar al querido maestro Osvaldo Bayer es un privilegio especial. Le doy la bienvenida en nombre de Chaubloqueo y del Museo Comandante Che Guevara.

Siempre es oportuno recordar su obra literaria: La Patagonia rebelde, el recientemente reeditado Severino Di Giovanni, y también su trabajo como guionista de cine. Pero no quise quitarle tiempo a su exposición, por eso me limito a explicar por qué lo llamamos “Querido Maestro”, con sus propias palabras, con sus escritos, donde repite obsesivamente, reincide en símbolos, en explicaciones ya dadas, en su pedagogía descarnada y simple. Una pedagogía que busca desnudar la banalidad de lo perverso, la pornografía de las armas, la obscenidad del privilegio. Su obra es un intento de rociar a la escarnecida criatura humana con el perfume tierno y penetrante de la solidaridad.

Gracias, Maestro, por honrar nuestra actividad, y además, por darme las palabras para esta bienvenida.”

Palabras del catedrático y militante anarquista Prof. Osvaldo Bayer:

“Una de las mayores satisfacciones de mi vida fue inaugurar el aula “Che Guevara” en la Facultad de Filosofía y Letras. Está ahí, con su nombre en la puerta. Y lo digo con vergüenza: es una de las aulas de la moderna facultad de filosofía. Me siento muy desgraciado al entrar a esa facultad. Cuando yo estudiaba allí, era otro edificio, un verdadero palacio con mármol de Carrara, donde el pensamiento se encontraba con el arte, con la arquitectura. Uno entraba como si entrara a un templo. Un verdadero templo del saber.

Ahora enseñamos en lo que fue la fábrica de cigarrillos “43”, con paredes descascaradas. El Aula Magna tiene butacas de cine de descarte. Y aún así, seguimos enseñando, aunque eso tendría que ser algo maravilloso. Los jóvenes deberían entrar y sentirse compenetrados, inspirados para aprender, para tratar de ser sabios. Sin embargo, cada año las noticias son de más recortes, más ajustes. Hoy celebramos tener un solo proyector, y fue porque insistí durante tres años para que lo compraran. En las clases de “Economía y Derechos Humanos”, que tienen mucho que ver entre sí, un alumno trajo un televisor, otro una videocasetera

La facultad de Filosofía debería abundar en recursos para nuestros hijos y nietos, pero cada vez hay menos. Y eso que dicen que pertenecemos al primer mundo1

Quiero leer lo que leí en ese momento de la inauguración del aula Che, porque también este espacio —el Museo del Chees un aula. Ustedes han creado un aula para el debate, el debate de la dignidad, el debate de cómo no quedarnos callados. Por eso, aquí repito lo que leí aquel día:

‘El legendario comandante de largos cabellos y boina azul, con la metralleta al hombro y el habano entre los dedos, cuya imagen dio la vuelta al mundo y fue símbolo de la rebeldía estudiantil en los años 60, es hoy una figura semiolvidada, cuyas ideas se petrificaron en libros sin lectores, confundido con las momias históricas de tercera o cuarta categoría, arrumbadas en un rincón del panteón.’

Por supuesto, yo no escribí esto. Lo escribió Mario Vargas Llosa en ocasión del 25º aniversario del asesinato del Che. Es una típica reacción de apóstata, de renegado. Digna de estudio por parte de los intelectuales. Vargas Llosa fue uno de los primeros en proclamarse socialista, ¿lo recuerdan? Hoy pretende hacer buena letra para codearse con el poder, junto a figuras como Mas Canosa. Y agrega:

‘La figura del guerrillero ha perdido su aureola valerosa y romántica de antaño. Detrás de las barbas y las melenas al viento se vislumbra la silueta fanática y cobarde del terrorista que emboscado en la sombra vuela coches y asesina inocentes.’

Pero no dice que desde la muerte del Che, han muerto más niños por hambre, que las villas miseria están repletas de gente sin trabajo, y que las cárceles se llenan de quienes intentan resistir la violencia estructural del sistema. Para él, el culpable es el “terrorista”, y no quienes crean desempleo y humillación.

¡Qué diferencia! Para nosotros, el Che entra hoy en esta aula pobre, pero vital. Un aula con ganas de saber, de interrogar, de desmenuzar doctrinas.

El Che ha cruzado los pasillos de esta casa llena de voces y ha entrado como un estudiante más, con ese eterno deseo de aprender. Y aquí estará, no como modelo cerrado o catecismo, sino como recordatorio cotidiano de las estadísticas de nuestros pueblos latinoamericanos. Como un llamado a buscar el equilibrio, la dignidad, la solidaridad… y también a imaginar la poesía del paraíso.

Y el mismo Vargas Llosa que escribió lo anterior, también escribió esto en 1974:

‘Tuve una prueba inequívoca de los pocos privilegios que otorgaba el poder al número dos de la Revolución Cubana. Vivía en París, en un modesto departamento de dos ambientes, cuando Hilda Gadea, la primera esposa del Che, me pidió que hospedara a una amiga suya sin recursos que regresaba a la Argentina desde Cuba. Era Celia de la Serna, la madre del Che. Estuvo unas semanas en mi casa antes de volver a Buenos Aires, o mejor dicho, a la cárcel.’

Porque ustedes saben que fue encarcelada por orden de Onganía. Y murió poco después. Ese fue otro tiempo de Vargas Llosa. Hoy, sufre amnesia.

Y nosotros, ¿qué decimos? Que el Che ya era ministro en Cuba y no usó las arcas oficiales para que su madre viajara con lujo. Compárenlo con nuestras actuales “democracias”, con los Yoma, los Manzano, los Saadi, los Rodríguez Saá…

Una señora con muchos votos —Graciela Fernández Meijide— ha dicho recientemente que:

“Cuando se aplicaron en la realidad las ideas del Che, fueron un verdadero desastre.”

¡Qué injusta! No habló del bloqueo a Cuba, de los constantes ataques del todopoderoso vecino, ni de lo que era esa isla antes de su revolución.

Esperamos ansiosos que nos revele su método para terminar con el sistema global degradante. Hasta ahora, la conocemos por sus reuniones de candidaturas. Al Che, lo conocemos por su consecuencia. Podemos discutir al Che en esta misma aula que lleva su nombre, pero primero debemos demostrar qué hicimos nosotros por la justicia, la democracia y la solidaridad.

Hay dos destinos latinoamericanos similares al del Che: el del comandante Augusto César Sandino y el de Emiliano Zapata. Ambos asesinados por mercenarios en medio de sus epopeyas de dignidad. Igual que el Che.

A esos tres no los puede manchar nadie. Fueron las almas más limpias, las más emocionantes, las más bellas para cantarles y quererlas.

El Che fue asesinado en plena búsqueda, pero su revolución —la Revolución Cubana— aún resiste. Por eso lo quieren borrar, o asimilar: con remeras, anillos y baratijas.

Pero el tiempo histórico se encargará de barrer esas patrañas. Quedará el Che, con su mirada que nos atraviesa a todos, invitándonos a barrer la mugre de los acomodaticios y los felones.

Quedará el Che como Sandino y como Zapata: pobres, jóvenes, con la palabra empeñada.

El periodista Rogelio García Lupo, que le daba las noticias al Che en La Habana a las dos de la mañana, lo definió así:

“Le escapaba a toda identificación con el poder. Creo que era, básicamente, un anarquista.”

Sí, un anarquista como los de principios de siglo, como los que lucharon en la Semana Trágica, en la Patagonia rebelde, en La Forestal del norte santafesino

El Che cayó como un miliciano en el frente del Ebro, como el marinero Ocampo, el primer obrero argentino asesinado por la policía en un 1º de Mayo de 1902.

Gracias por dar el nombre de Che Guevara a esta aula. Aquí no hacía falta nombrarlo: su rostro está por todas partes. Este nombre también honra a los 112 estudiantes desaparecidos de nuestra facultad, y a las Madres de Plaza de Mayo, coherentes y valientes, como lo fue Celia de la Serna, madre del Che, encarcelada por haber dado a luz a un hijo que iluminó los cielos oscuros de la injusticia.

Querido Ernesto “Che” Guevara, gracias por estar entre nosotros. Seguiremos tu coherencia, tu altruismo, tu pensamiento en los demás. Tus rasgos son como besos matinales en el rostro de todos los niños del continente, que esperan ver, alguna vez, ese sol que acaricie la hermosa piel de nuestra tierra.

En este recinto académico, permítanme usar las sencillas palabras del pueblo poeta:

¡Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia…!
¡De tu querida presencia, Comandante Che Guevara!

Aplausos y más aplausos. El público de pie. Gritos de “¡Bravo!” mientras Osvaldo Bayer señala las imágenes del Che en las paredes.)

Créditos de portada: arteycaricaturas.blogspot.com

Difusión a cargo de:
Primer Museo Histórico Sudamericano “Ernesto Che Guevara”
Escuela de Solidaridad con Cuba “Chaubloqueo”
Centro de Registro de Donantes Voluntarios de Células Madre
Irene Perpiñal y Eladio González – Directores
Calle Rojas 129, Caballito, CABA, Argentina

  1. Esto sucedió en el año 1998 durante la segunda presidencia del Dr. Menem. ↩︎
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