21 de abril de 2025
Por Mario Mazzitelli para Argentina en Red
Quizás esto que pueda escribir hoy, ahora, en este minuto; resulte más efímero que un suspiro, que una hoja cayendo en otoño o apenas la gota perdida en una lluvia torrencial.
Quizás no pueda explicarme por qué me impactó la muerte del Papa Francisco. Jorge Bergoglio, antes. Un argentino. Un fruto tardío para las nacionalidades más antiguas. Nuevo en algún sentido. Particular sin duda. Lo extraño parece ser lo universal de esta individualidad.
Cristiano, sin duda. ¿Quién habrá sido Cristo? ¿Cómo habrá sido Cristo? ¿Cuántos Cristos han pasado a lo largo de la historia? ¿Vive en cada uno de nosotros un Cristo? ¿Fue una semilla sembrada por la iglesia o es que en lo más recóndito del espíritu, Cristo vive en nosotros?
Lo insondable del alma humana resulta en un misterio inaccesible, resuelto siempre con la simplificación, la sencillez y el desparpajo. ¿De qué otra manera podríamos sobrellevar la vida?
En el transcurrir de nuestra existencia la muerte nos va golpeando. Cerca, a veces. Lejos, en otras oportunidades. Pero siempre presente. Hasta que su presencia se nos va haciendo cotidiana y le perdemos el respeto. En algún sentido. Ya no nos llama tanto la atención. Sobrevivimos a la muerte natural de las personas, de los animales o las plantas, con las que nos encariñamos. Y sobrevivimos a las muertes por accidentes, por violencia de cercanía o las que vienen de la guerra. Siempre sobrevivimos.
Pero un día la muerte nos llama un poco más la atención. Nos sugiere otra lógica. Solo la vida da vida. La muerte la apaga. Pero hay personas que al morir despliegan como un amplio abanico de estrellas, de semillas, de luces. Es que han sembrado vida a lo largo del camino y han derrotado a la muerte. Incluso antes de que ella llegue. Por eso hay personas que parecen no morir. Porque no pueden morir en medio de tanta vida.
Algunos sostienen que los seres humanos somos una especie en vías de extinción. ¿Será? ¿Será auto-extinción? Lo ignoro. Solo sé que hay seres que luchan por el buen vivir en el único tiempo y espacio que les ha tocado. Y que dentro de esos seres, en el siglo XXI, no veo otro que haya hecho tanto como el Papa Francisco. ¿Será por eso que me impactó su muerte? ¿Qué ya empiezo a notar su ausencia? ¿Que yo, tan lejos de la Iglesia, ya empiezo a extrañarlo?
Nada más efímero que estos comentarios. Que se borrarán antes de que alguien termine de leerlos. Nada más sublime que una vida entregada por amor a defender la vida. En todas las dimensiones y en todas las diversidades.